En aquellos días, el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos; al posarse sobre ellos el espíritu se pusieron en seguida a profetizar.
Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad; aunque estaban en la lista, no habían acudido a la tienda, pero el espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a profetizar en el campamento. Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:
- Eldad y Medad están profetizando en el campamento.
Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
- Moisés, señor mío, prohíbeselo.
Moisés le respondió:
- ¿Estás celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!.
Para releer el comentario de José E. Galarreta, pinche aquí