En el evangelio de hoy, Jesús relata y luego explica la parábola del sembrador.
En los tiempos de la agricultura industrial que vivimos, nos resulta extraña la abundancia de esa siembra en cualquier parte. Hoy, si los pájaros comen las semillas tratadas para sembrar se mueren envenenados por los plaguicidas que se usan para preservarlas; si hay malezas se les pone glifosato y se usan semillas transgénicas resistentes al herbicida; y si hay piedras, el lugar servirá para la minería o para criar ganado desplazado por la sojización...
El sembrador de la parábola es muy generoso, pero extrañamente descuidado con el destino de las semillas. Sucede que la tierra en donde cae es nuestra propia interioridad, donde prima la libertad de cada uno. En cada uno hay caminos áridos, piedras, malezas y tierra fértil, y la proporción de cada tipo de suelo dependerá de nuestra decisión tomada libremente.
Muchas veces estamos tentados en hacer agricultura industrial con las conciencias. Creemos que sólo con instrucción podemos hacer que todos sean buenos. Nos equivocamos. La siembra de la Palabra se hace viviéndola, dando el ejemplo, y luego invitando desde la libertad a conocerla, vivirla y disfrutarla. Es el trabajo artesanal y diario de vivir como Jesús nos enseñó.
Finalmente ¿Qué es dar fruto desde la perspectiva del Reino? Desde nuestra visión contemporánea que es productivista, dar fruto sería lograr muchas conversiones, o hacer cosas que beneficien a muchos, algo así como un empresario exitoso del espíritu, un Henry Ford de las almas. Desde esta perspectiva, una persona que sufre una enfermedad crónica o un anciano serían un desperdicio del Reino, porque sus limitaciones no le permitirían fructificar ni al dos por uno desde esa perspectiva productivista.
Evidentemente, cuando Jesús habló de los frutos no se refirió a eso. No hay que perder la perspectiva de su alabanza a la pobre viuda que dio al templo las dos moneditas que tenía para vivir. La fecundidad de la semilla del Reino hace que lo muy poco pueda ser abundante, como con la multiplicación de los panes. Está en nosotros confiar en la fecundidad y eficacia del Reino proclamado por Jesús.
Federico Kopta