SABEMOS CASI NADA DE CASI TODO
Se nos
viene encima una crisis de maduración.
Lo que
viene es una etapa nueva,
la Era del
Espíritu.
Hoy es
menos ridícula esta postura que la de aquel que cree saber casi
todo de casi todo.
La
realidad es evidente: la humanidad ha ido superando errores
gigantescos: creerse habitantes de una tierra plana; situarse
como el centro del Universo, con todas la estrellas girando
alrededor; mirar a los que mandan como elegidos por los dioses o
por Dios; sentirse perseguida por la ira o la venganza de Dios;
la pasión por los altares en los que sacrificar la vida de
inocentes para conseguir el perdón; quemar herejes y
pervertidos; auscultar por todos los medios el pensamiento de
Dios, etc.
Siglo XXI.
Hemos aprendido mucho. Salimos más allá del control del planeta
Tierra. Se nos han volatizado los absolutos. Pero da la
impresión de que en cuanto a Dios, no adelantamos mucho.
Seguimos errantes y soberbios. En esta orilla no podremos llegar
nunca a una verdad completa y terminada, pero sí cabe crecer con
humildad. Superar el miedo, dejar atrás grandes verdades de ayer
convertidas hoy en errores, mudar de mente como la serpiente
cambia su piel de tiempo en tiempo. Nos va la vida.
Se nos
viene encima una crisis de maduración, tanto más dolorosa cuanto
más negada. Ya estamos inmersos en la crisis. Algunos sufren sin
esperanza. Piensan en el final, cuando lo que viene es una etapa
nueva, una era nueva. Quizá podamos llamarla la Era del
Espíritu, de la que habló Jesús.
Fue Jesús
quien descubrió que los judíos, su pueblo, vivían en el error. Y
les dijo que tenían que cambiar de mente; cambiar los esquemas.
Y sólo podrían hacerlo los limpios de corazón. Se lo decía a los
doctores, a los teólogos, al pueblo. Vivimos tiempos en los que,
de nuevo, hace falta aquella limpieza de corazón. Es tiempo de
profetas. Es tiempo del Espíritu. Es tiempo para la valentía.
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El misterio de Dios está,
sigue estando, al otro lado del
silencio.
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