¿QUÉ PASA CON EL TRIBUNAL ECLESIÁSTICO DE MADRID?
Paloma GarcíaEl Tribunal Eclesiástico de Madrid lleva las causas de Nulidad Matrimonial. Ahí llegan personas que han sufrido en sus vidas unas situaciones de dolor, a causa de una falta de madurez, por un mal discernimiento o por cualquier otra razón en las que, muchas veces, a simple vista, se reconoce el error que ha supuesto la decisión de contraer matrimonio para algunas personas.
Ante estas situaciones, la mayoría de personas que acuden a dicho Tribunal para tratar de enmendar su error y poder declarar nulo ese acto que no puede ser considerado Sacramento, ya que no se dieron las condiciones necesarias para ello. Son personas creyentes, practicantes y que están sufriendo muy dolorosas consecuencias. Con ello quiero decir que no son decisiones que se tomen a la ligera, que cuesta mucho dar el paso porque están viviendo con una carga espiritual y psicológica muy importante.
¿Y qué se encuentran estas personas cuando presentan dichas demandas? Pues una auténtica pesadilla. Se conoce cuando empiezan los procesos pero no cuando terminan. Pueden pasar meses y años sin recibir ninguna notificación. Si se requieren peritos psicólogos, después de una entrevista que puede durar 90 minutos pueden pasar seis, ocho o diez meses sin que el Tribunal de acuse de recibo de dicho estudio.
En estos momentos, la persona responsable de dicho Tribunal tiene otro cargo importante en el Obispado. Me pregunto: si dicha persona no puede abordar todo el trabajo, ¿no podría ser sustituido o ayudado por alguien más? Además, los Jueces dan la impresión de que no tienen ninguna prisa por acelerar los procesos.
Las consecuencias del mal funcionamiento de este Tribunal afectan a los directamente implicados y a sus familias, las personas se desesperan y pierden la confianza en una Iglesia que, en esta parcela de una institución mal administrada, parece abusar de su poder sobre las conciencias, provocando el rechazo y la repulsa de los que se han acogido a su consideración. Desgraciadamente son jóvenes que, en muchos casos, ven tambalearse sus principios y entre ellos su fe, ante una experiencia muy dolorosa no solo psicológica sino también espiritual que va a marcar sus vidas para siempre, ya que en su Iglesia no han podido encontrar la ayuda y el apoyo que esperaban, al mostrar ésta, una falta de interés, colaboración, empatía, agilidad en los trámites y amor esperados, amén y no menos de la carga económica que supone poner en marcha los procesos con Abogados, Procuradores, Peritos, etc.
¿Alguien se pregunta el sufrimiento que padecen las personas y sus familias, que han acudido a este Tribunal para poner en orden sus vidas? ¿Está actuando la Iglesia como Madre acogedora?
El Sr. Cardenal tiene en su mano poner solución a este problema, el cual es causa de dolor y de sufrimiento para muchos católicos de bien. Él ya se comprometió a tomar cartas sobre el asunto, pero pasan los meses y seguimos esperando que tome una decisión que favorezca el buen funcionamiento de un Tribunal del que todos esperamos sea evangélico y humano.
Paloma García