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NO ES LA JERARQUÍA QUIEN TIENE LA AUTORIDAD, SINO LAS VÍCTIMAS

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"Es imprescindible que la Iglesia española pase de las tinieblas a la luz en el tema de los abusos. Y es hora de que todos hagamos lo que esté en nuestra mano para que esto suceda". Así clamaba, a comienzos de semana, una carta abierta suscrita por decenas de instituciones y católicos de base, para protestar por el "encubrimiento sistemático" de los casos de abusos en la Iglesia española, y exigir a la jerarquía eclesiástica una Comisión de la Verdad que pusiera, negro sobre blanco, la realidad del horror de la pederastia clerical.

Y es que, dentro de la misma Iglesia, coexisten –a veces, incluso, conviven–, distintas sensibilidades políticas, teológica y sociales. Incluso en la cuestión de la pederastia, en la que la lógica indica que todos deberían remar en la misma dirección, la diferencia entre lo que sostienen algunos miembros de la jerarquía (no todos, aunque sí es una visión mayoritaria) y la denominada 'Iglesia de base' es abismal.

¿Qué opina esta otra Iglesia de esta polémica? ¿Qué le piden los católicos a sus obispos? Voces como las de Juan José Tamayo, teólogo de la Liberación, que reclama a los obispos "convocar a las víctimas, escucharlas, creer sus testimonios, reconocerles su autoridad". Para Tamayo, "en el caso de la pederastia, no es la jerarquía quien tiene la autoridad, sino las víctimas, que están sufriendo las consecuencias destructivas sobre su personalidad, sobre su dignidad".

Las víctimas merecen ser escuchadas, acompañadas y que se les haga justicia, aunque les han arruinado la vida y eso, no hay justicia humana que pueda reparar Sor Lucía Caram — monja dominica

Negacionismo que les hace cómplices

En segundo lugar, el teólogo insta a la Conferencia Episcopal a "reconocer la gravedad de los hechos y no poner el foco en los casos fuera de la institución eclesiástica". "Han de reconocer que, con su negacionismo, ocultamiento y silencio, primero, encubrimiento, inacción y falta de denuncia, después, y su negativa a investigar, ahora, están siendo cómplices de la pederastia y legitimando el comportamiento de los pederastas".

¿Qué más pedir a la Iglesia? Para Tamayo, "practicar la compasión, entendida como identificarse con ellas, ponerse de su lado, hacer suyos sus sufrimientos, acompañarlas, ayudar a curar sus heridas conforme a la parábola del Buen Samaritano, ejemplo ético de compasión, atención y cuidado de las víctimas".

En la práctica, es fundamental "crear una comisión de investigación de la verdad independiente de la jerarquía, que garantice la objetividad sin interferencia alguna para no obstruir el proceso investigador, y asumir sus resultados y todas sus consecuencias".

"Llegamos tarde y mal"

También se muestra muy dura la religiosa dominica Lucía Caram. La mediática monja argentina, que ha podido conversar con el Papa Francisco sobre estos y otros horrores, sostiene que "los abusos a los más vulnerables son un crimen, y los abusos a menores, por parte de miembros de la Iglesia o por seguidores de Jesús, son un crimen mucho más grave".

Que tire la primera piedra quien no haya pecado de omisión en este asunto Mª Ángeles López Romero — periodista y escritora

Por eso, "las víctimas merecen ser escuchadas, acompañadas y que se les haga justicia, aunque les han arruinado la vida y eso, no hay justicia humana que pueda reparar". Para Caram, "llegamos tarde y mal. Hace tiempo que se tendrían que haber aplicado medidas para frenar esta tragedia". "El tema es tan grave que si no haces la investigación, te la hacen, y esto ayudará, por haber llegado tarde, a destapar la verdad, sin matar al mensajero", sostiene la religiosa, que no obstante confía en que bajo el mandato del cardenal Omella se podrá mejorar el trabajo, "pese a que él, como Francisco, tienen que lidiar y luchar contra las resistencias de dentro".

"Yo creo que hay que ir con la bandera de la lucha contra los abusos y hay que jugar con la verdad, y para ello hay que investigar y hay que ir hasta el final, pero no solo en la Iglesia: en todos los estamentos en los que se detectan estos abusos", matiza. "En esta lucha tenemos que participar todos, con honestidad, sin trampas y al lado, siempre, de las víctimas, de los abusados, concluye.

"Como creyente le pido a la Iglesia coherencia evangélica. Y, en consecuencia, que las víctimas (preferidos de Dios) y su protección, comprensión y reparación, estén en el centro de cualquier decisión, cualquier gesto, cualquier política eclesial", subraya Mª Ángeles López Romero, periodista y escritora. "Que tire la primera piedra quien no haya pecado de omisión en este asunto", apunta.

Ponerse en el lugar de las víctimas o dejar paso a otros

"Eso se tiene que traducir, por un lado en actitudes como la empatía y la compasión, y por otro en medidas muy concretas y de profundo calado que las víctimas y los colectivos eclesiales que las apoyan vienen reclamando: empezando por la creación de un organismo independiente que centralice la recogida de denuncias, las investigaciones de los casos, el acompañamiento y la reparación e indemnización a las víctimas, y que emita un informe honesto a partir de una política de total transparencia y colaboración, como se ha hecho ya en otros países; y siguiendo por la elaboración de una teología de los abusos y una liturgia de la reparación", sostiene López Romero.

También se atreve a pedir a la jerarquía católica española que "antes de volver a decir una sola palabra sobre este tema, se pusiera en el lugar de una de las víctimas que han contado su historia, o de los padres que han visto la vida de su hijo o hija destrozada por el trauma de los abusos, y dejaran que el amor al prójimo con mayúsculas y no la defensa de la institución hablara por sus bocas. Si no, mejor guardar silencio y dejar paso a otros que sean capaces de ejercer como verdaderos pastores que cuidan de las ovejas más vulnerables".

Javier Baeza, sacerdote de la madrileña San Carlos Borromeo (la 'parroquia roja' de Entrevías) lamenta "el oscurantismo sobre los abusos sexuales en la Iglesia", que califica de "una barbaridad más que se suma a esa larga lista de atrocidades en el devenir histórico de la Iglesia".

"Es curioso cómo el miedo, lo contrario a la fe –advierte el Jesús de los Evangelios–, parece volver a revolotear nuestra iglesia institucional española", reflexiona el clérigo. "Una vez más parte del pueblo por un camino diferente al de la jerarquía. Esta, incluso en alguna parte de ella, acusando al mensajero en vez de entonar el mea culpa e intentar hacer un serio diagnostico de la realidad".

Para Baeza, "es fundamental la colaboración entre la Iglesia y las instancias civiles: congreso, fiscalía y quien pueda más investigar". Por ello, muestra su sorpresa ante "este prejuicio sobre posibles 'lecturas políticas interesadas' en la investigación de los abusos sexuales", planteado por algunos obispos.

"Qué mansedumbre en esas lecturas políticas –por parte de la iglesia institucional– cuando se refieren a la escuela católica, o en las inmatriculaciones, o en la privatización de la sanidad, o en los silencios ante conculcación de derechos fundamentales", lamenta Javier Baeza, quien concluye que "o nos dejamos perdonar por las víctimas, reconociendo la realidad, o seguiremos revictimizando e inoculando el mal en quien ya lo sufrió".

Mari Pepa Raba y José María Concepción, teólogos, matrimonio, y durante años 'cómplices' del obispo Pedro Casaldáliga en la Amazonía, insisten en que "las actuaciones de la Fiscalía y del Congreso —sea con una comisión independiente o del propio Congreso— responden merecidamente a la tozudez de la Iglesia en resistirse a la demanda de la sociedad y del propio papa Francisco para investigar todos los abusos cometidos en el ámbito de sus instituciones eclesiales".

"A la Iglesia, desde la Iglesia, sólo le pedimos que se baje del poder, que como decía Jesús seamos sus seguidores, y ¡qué lejos estamos del testimonio profético que debemos ser!", lamenta la pareja, que añade que "la Iglesia ya no puede estar separada del mundo civil, necesita cambiar su vida y también su lenguaje, escucharse a sí misma".

Renunciar a todo privilegio

Tal vez parte del problema está, apuntan, en que "a través de los muchos siglos la Iglesia ha ido acumulando privilegios y privilegios, tanto intelectuales como materiales y de poder. En esa situación se han cometido estos abusos. Por eso pedimos también la renuncia a todo privilegio, y son muchos los que todavía la Iglesia en España mantiene, que retorne a la humildad y bondad del Jesús del Evangelio, y desde ese lugar luchar por la justicia y por los Derechos Humanos".

Finalmente, el teólogo Bernardo Pérez Andreo admite que "cuesta trabajo comprender por qué esta renuencia de la Iglesia española a investigar los casos de abusos sexuales". "Cuesta trabajo porque se lo ha pedido el Papa Francisco, pero también hay una petición social para hacer lo mismo que han hecho otras iglesias, como la francesa, la portuguesa, la alemana…. Intentar que salga a la luz la verdad. Y si creemos en el Evangelio, 'la verdad nos hace libres'; esa verdad nos liberará de ciertas ataduras del pasado", constata.

Para Andreo, "el problema está en el clericalismo, que está arraigado en lo más íntimo de la Iglesia católica española, que les hace entender que aquí lo que está en juego es la clave de bóveda de una visión de una Iglesia zombie, que está muerta en vida".

 

Jesús Bastante

Religión Digital

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