ANATOMÍA DE LA IGLESIA
Julián Bedoya CardonaPorque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos (1 Cor 12-14).
La carta de Pablo a los Corintios, específicamente esta perícopa, trata de apaciguar la escala jerárquica de los miembros de la comunidad, ya que se clasificaban dándole un valor a cada uno de los carismas de los cuales gozaban. Valoraban el don de hablar en lenguas y profetizar y quienes poseían tales dones se consideraban los superiores de la comunidad. Era pues un conflicto entre los débiles y los fuertes, que pretendían conservar sus privilegios y posición dentro de la comunidad. Pablo afirmó que la comunidad entera es el cuerpo de Cristo y el templo del Espíritu Santo (Cfr. 6, 15.19) y ayuda a la comunidad a ampliar los horizontes con lo referente a los carismas, a sabiendas que es el mismo Dios y el mismo Espíritu el que opera a través de los carismas. Todos son importantes, cada uno en su función.
Hoy vemos la Iglesia con un problema anatómico, por eso se ha visto convulsionando, ya sea por el miedo a perder los privilegios o pretender ser una Iglesia que vive y comunica un Evangelio adulterado para salvaguardar doctrinas y leyes que nada tienen que ver con el proyecto de Jesús. Haciéndole un debido chequeo a la Iglesia como cuerpo místico de Cristo encontramos los siguientes achaques:
- Problema de corazón: viene la imagen del profeta Ezequiel que determina el corazón de piedra, un corazón insensible, que vive por inercia más no por pasión por lo que hace y por lo que ha optado. Así lo hemos asociado siempre; pero en la biblia el corazón no es el órgano biológico ni es la sede de un sentimentalismo, sino el “yo” oculto, el interior de la persona, donde reside su ser verdadero. Aparte que hay insensibilidad en la Iglesia, también hay miedo a mostrarse tal cual es, pareciera que se respondiera más a lo estipulado por el dogma y las leyes a la libertad de encontrarme con Dios y la comunidad desde lo que soy.
- Problema de artritis: las articulaciones tienen como función unir los huesos que son la estructura del cuerpo y en la Iglesia nos encontramos con dos problemas articulares. Uno ha sido una dificultad para unir criterios, se crean competencias, rivalidades entre algunos sectores: Pastoral vs dogmático; conversadores vs liberales; liturgia vs misión; que en vez de complementarse crean más división y más distorsión. El segundo problema de articulación que distingo es el de una Iglesia móvil, pietista, encerrada en si misma con miedo a salir a la esfera pública, escabulléndose y fugándose del mundo; olvidándose de su misión – que es fuera – en salida.
- Problema prostático: es uno de los mayores problemas de la Iglesia y difícil de resolver, el patriarcado. En las sociedades patriarcales el adulterio; este se define como un atentado contra el derecho de propiedad de otro hombre (la mujer se considera propiedad, vemos el ejemplo bíblico de Sarai -Sara). El adúltero cometía su falta no contra su propia esposa sino contra el hombre a quien pertenece la mujer con quien ha tenido una relación sexual. El patriarcalismo es el culpable de la misoginia de la Iglesia y su extremada represión sexual, de donde deriva el celibato como exigencia de los clérigos.
- Problema pulmonar: el Papa Juan XXIII quien impulso el Concilio Vaticano II, habló de Aggiornamento. Un neologismo que definió como abrir las puertas y las ventanas para que entraran nuevos vientos, dejar fluir al Espíritu con el fin de renovar la Iglesia. La Iglesia que debe renovarse e ir dando respuestas al mundo que camina en una historia, propiciando así, entrar en una historia de salvación. En ocasiones vemos una Iglesia ahogada en defender lo indefendible; en controlar y prohibir en vez de proponer; en condenar y censuras en vez de salvar y dialogar.
- Problema cerebral: hay una artimaña del poder para concatenar lo que se dice con lo que hacen los demás. La enfermedad de la Iglesia esta dentro, pero los que están dentro, los que se ubican en las jerarquías de poder hacen sentir que están enfermos los de fuera. Suele pasar que, quien determina una patología es porque ya la padecido o la esta padeciendo, en forma de anécdota me explicó; una vez un sacerdote me dijo – que tenia que ir al psicólogo, lo decía porque sabía que él debería ir donde el psiquiatra; como dice el adagio “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. La institución eclesial debe entender que Cristo es la cabeza de la Iglesia (Cfr. Ef 1, 22-23; 5,24; Col 1, 18; 2, 19). La jerarquía institucional ha olvidado que ellos son parte del pueblo de Dios, los jerarcas tienen un servicio ‘ministerial’ por tener dicha potestad no dejan de ser pueblo. la Iglesia padece esquizofrenia, esta desconectada de la realidad, desubicada. Aún está vigente el modus operandi de la fuga mundi, se quiere dar respuestas del pasado a preguntas del presente.
- Problema digestivo, del colon: no son pocos los que miran la Iglesia con pesimismo y desencanto, no es la que ellos desearían, una iglesia viva, dinámica y fiel a Jesucristo; hoy encontramos muchos creyentes que no tragan entero, no creen todo lo que les digan y mucho menos hacen todo lo que les mandan; con este fenómeno ha surgido una manera de creer diferente y que para algunos difícil de entender. Escuchamos muchas de estas personas que disienten de la iglesia, diciendo – yo creo en Dios, pero no en la Iglesia; o – yo creo en Dios pero no en esa divinidad que me plantea la iglesia. “Somos lo que nos comemos” con esta premisa se dilucida que la iglesia está tan empeñada en leyes y doctrinas que no puede eliminarlas y digestar de manera adecuada.
- Problema auditivo: el sabio es aquel que es capaz de escuchar y luego tomar una determinación, la iglesia como la definió Pablo VI “Madre y Maestra”, al no ser que por su edad esté decrepita, le falta escuchar y sobre todo, escuchar a los que piensen diferente, no adelantarse a la censura sino, dialogar y convencer, y por qué no, hasta descubrir nuevas cosas. Escuchar los gritos de los pobres, empobrecidos, desamparados y desesperados, de los que aun creemos y porque creemos esperamos que otra Iglesia es posible. La Iglesia de Jesús donde todos caben y todos nos unimos a aquel que es Uno.
- Problema óseo: la actual crisis eclesial tiene mucho que ver con la amnesia del Espíritu: la Iglesia se ha convertido en una institución juridicista, cerrada, autosuficiente, triunfalista, inmóvil, dominada por una casta sacerdotal, sorda al clamor del Espíritu. La Iglesia se parece más a una organización, a una empresa multinacional que hace propaganda de sus productos, que a un pentecostés continuado, sacramento de comunión que nos humaniza y diviniza al mismo tiempo. Dice Pedro Casaldáliga que a la Iglesia “se le ha encomendado un octavo sacramento, administrar la voz del pueblo, escuchar el alarido de las ovejas” y dice la primera carta de San Juan “si dices amar a Dios a quien no ves, y no a tu hermano a quien ves, eres un mentiroso” podría cambiar este silogismo; si no escuchas al pueblo con quien vives y por quien vives, no escucharas jamás la voz de Dios, que habla por medio de él.
Estamos en un proceso “sinodal” que ha ido menguando su mención y acción. Esperemos que sirva para hacer un diagnóstico medical de la Iglesia, de modo que como decía el santo padre de amerindia Pedro Casaldáliga “los ministros están llamados a administrar el octavo sacramento, la voz del pueblo”. La Iglesia ha querido imponer la uniformidad no solo en el credo, sino también en los símbolos, sus rituales, costumbres y lenguajes. La uniformidad no se puede conseguir sino sobre la base de violentar el pluralismo de culturas que siempre ha habido en el mundo. Una de las tareas de la Iglesia, no solo necesarias sino urgentes, es recuperar la unidad perdida desde hace siglos; para ello, es y será inevitable un sano y respetado pluralismo. La uniformidad es un atentado contra la unidad, todos los miembros con sus diversos carismas encajan y posibilitan un funcionamiento eficaz del cuerpo.
Julián Bedoya Cardona