TODOS ESTAMOS SEMBRADOS
Enrique Martínez LozanoDomingo XV del Tiempo Ordinario
16 de julio
Mt 13, 1-23
(«Estar sembrado»: expresión coloquial para indicar que una persona ha sido especialmente acertada, ocurrente, ingeniosa o graciosa con su forma de hablar o actuar).
La interpretación habitual de esta parábola -como la de tantas otras- se halla condicionada por un marcado dualismo: un dios separado hace llegar su palabra a los humanos, quienes serían responsables de hacerla o no fructificar. ¿Es posible leerla con otra clave, desde un marco no dualista? ¿Hacia dónde apuntaría, en ese caso, su contenido?
Cuando se comprende que nuestro “Fondo” es uno y el mismo que el Fondo de todo lo que es -que el Fondo de lo real solo es uno y compartido: aquello que las religiones han llamado “Dios” y lo han imaginado como un ser separado-, la lectura se modifica radicalmente. Y, por lo que se refiere a nosotros mismos, alcanzamos a percibir nuestra naturaleza paradójica, los dos niveles que nos constituyen: la personalidad (nivel psicológico) y la identidad (nivel profundo o espiritual).
En el plano de la personalidad, aparecemos como seres frágiles, vulnerables y, en último término, impermanentes: formas transitorias e incluso fugaces. La identidad -el “Fondo” al que he hecho referencia-, sin embargo, es consciencia pura, plenitud de presencia. Con lo cual, podría decirse que somos la consciencia una que se despliega en una forma (o persona) particular. Podemos así comprendernos -de nuevo la paradoja- como realidad plena que, a la vez, se despliega en un proceso histórico: plenitud que notamos, al mismo tiempo, como potencialidades que buscan materializarse; aspiraciones que anhelan tomar cuerpo. Por decirlo metafóricamente, como personas, nos descubrimos habitados por “semillas” que aspiran a fructificar.
En ese mismo sentido, podemos decir que el Fondo último se visualiza en nosotros como dinamismo fecundo, sabio y poderoso que, en condiciones adecuadas, florece en belleza, verdad y bondad. Para ello, todo el conjunto de condiciones requeridas ha de posibilitar que la persona pueda vivirse en una consciencia de unidad, en una actitud de aceptación profunda, de rendición a lo que es, de alineamiento y docilidad a la vida, de vivir diciendo sí, o más exactamente, dejando que la vida pueda vivirse en ella.
Enrique Martínez Lozano
(Boletín semanal)