SENCILLEZ
Gerardo VillarNo tuve suerte. Invité a dos obispos en su entrada cuando les tocaba, a tomar posesión de la diócesis, no en la catedral, sino en uno de los pueblos más pequeños de la diócesis, con una participación de 4 o 6 personas, Pazuengos.
Yo era capellán en esos momentos de la cárcel y le propuse seguir la jornada conmigo visitando y celebrando la Eucaristía en la cárcel. Pero no tuve suerte y no me acompañó.
Por eso, me ha encantado ver que José Cobo ha visitado en su segunda eucaristía una de las parroquias de las afueras de Madrid. Es un gesto estupendo. Qué gesto más evangélico. Ya sé que es solamente un signo, pero indica un camino que empieza por ahí. Espero que siga por esos caminos…
Yo he tenido suerte al recibir nombramientos de la diócesis, porque siempre he pedido lo más pequeño, lo que nadie quería. Y me he sentido a gusto de esa periferia. Son los pueblos pequeños, retirados, con carreteras difíciles. Así he recorrido veinte parroquias.
Hoy que hablamos de ir a la periferia, entiendo que uno de los lugares preferidos han de ser las parroquias más pequeñas y lugares de los alrededores de algún barrio de la ciudad. Estos nombramientos han de ser la alternativa a los nombramientos de canónigos, párrocos de la capital, catedráticos vicarios.
Me sorprende cuando veo a los obispos, cardenales, el papa, con vestimentas llamativas, mitras, ropajes llamativos. A los fieles eso nos infunde sorpresa. Nos choca y nos disgusta. Lo vemos contra la sencillez. Así como nos agrada el verlos conducir coches pequeños, sencillos.
También nos choca y nos sorprende ver en las procesiones de los patronos participar al clero rodeados de autoridades y reyes de la fiesta. Me preocupa el que se hable mucho de la iglesia samaritana, pero luego mi actuación como cristiano está reducida al área eclesial más o menos situada en el centro eclesial.
Cuando se celebra o se trabaja en una parroquia pequeña, no se puede hacer grandes actividades o celebraciones muy participativas. Pero es más fácil fomentar la creatividad y tener un trato muy cercano. Me contento porque en la Última Cena no estarían más de 20 personas. Y fue así de importante.
Gerardo Villar