LAS BIENAVENTURANZAS
Carmen NotarioAcaba de terminar esta etapa del Sínodo en Roma. Como Iglesia, Pueblo de Dios, la llamada es a dar un giro de ciento ochenta grados y volver a la frescura del evangelio si queremos, no ya tener una credibilidad en la sociedad de hoy, sino seguir siendo un pequeño esbozo del sueño utópico de Jesús de Nazaret.
Una vez más celebramos la vida de tantos hombres y mujeres que creyeron que estaban llamadxs a seguir la intuición de su corazón y para lo que Dios les había regalado un talento, o cinco o diez, ¡qué más da! Y creyeron las palabras de Jesús.
Algunos son muy conocidos y valorados, otros, la mayoría, son anónimos pero no por ello menos valiosos. Esas personas y la vida de aquellas que tocan con su dedicación, con su entrega, con sus gestos son las personas bienaventuradas, felices de las que nos habla el evangelio. Felices por ser fieles, no por una vida sin complicaciones.
Hace unos meses que por motivos de trabajo estoy en contacto con realidades muy duras a las que religiosas de todo el mundo se acercan de puntillas intentando paliar algo del sufrimiento de las “víctimas de la trata”, de la emigración, de ser refugiado por motivos políticos, económicos, cambio climático…
Entrando en algunas de esas vidas te das cuenta que una gran parte de la humanidad es víctima del ansia de bienes económicos, del poder de unos pocos, y que les importa muy poco lo que muchas personas tiene que padecer como consecuencia de su egoísmo. Aún más, estos pobres son despreciados, señalados, perseguidos porque su pobreza se ve como una amenaza para el “status quo”.
Cuando Jesús declara: “Dichosos los que eligen ser pobres” porque esos tienen a Dios por rey está hablando de quien en medio de tanto sufrimiento, de tanto dolor como estamos observando estos días elige poner su grano de arena, no analizar la situación y quedarse como antes.
¿Cuál es el sueño, el propósito de tu vida? ¿Qué te mueve, qué buscas? Las bienaventuranzas son para quienes se acercan a escucharle e intentan poner en práctica su mensaje. El reinado de Dios pone fin a la miseria porque busca que todos tengan lo necesario, que nadie retenga para sí y que todos compartamos de lo propio. Ésta es la buena noticia para los pobres.
No puede haber felicidad en medio del sufrimiento, de la violencia, del privar a las personas de los derechos más básicos. En estos momentos en los que vemos nuestra propia seguridad amenazada por un sinsentido de enfrentamientos necesitamos profundizar en la conciencia de lo que somos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Hacia dónde nos inspira el Espíritu de Jesús? ¿Nos da miedo la radicalidad del evangelio?
De esa primera bienaventuranza se desprenden todas las demás:
Tener hambre y sed de justicia, prestar ayuda, trabajar por la paz,… La persecución no es un fracaso sino una consecuencia de la opción por ser pobre; la ambición de riqueza y de poder no la tolera.
Hasta llegar a la última: “Dichosos cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía. Estad alegres y contentos que grande es la recompensa que Dios os da; porque lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido”. Con su estilo de vida los discípulos toman el puesto de los profetas, denuncian la injusticia y hacen posible una nueva relación humana.
Celebramos la vida de quienes decidieron que era su momento y también su responsabilidad el dar una respuesta a su alcance. Se nos invita a unirnos a ese Gran Espíritu que permea el Universo con una nueva conciencia de que somos Uno, mucho más interdependientes de lo que nos podemos imaginar.
Este momento es crucial, hay mucho en juego; vivamos despiertos de cara a la luz.
Carmen Notario, SFCC
espiritualidadintegradoracristiana.es