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Libro de la biblia

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AL INSTANTE, LE DESAPARECIÓ LA FIEBRE

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El relato del pequeño milagro de la curación de la suegra de Simón Pedro puede pasar desapercibido. La fiebre suele ser algo muy volátil: aparece y desaparece como por ensalmo. Pero, leído con un poco de atención, este texto puede ser interesante.

Téngase en cuenta de que en griego “fiebre” y “fuego” se dicen con la misma palabra pyr (de ahí viene “pirómano”). Algo parecido decimos en castellano: cuando un niño tiene fiebre, le ponemos la mano en la frente y decimos “está ardiendo”, como si tuviera fuego.

La suegra de Simón, su familia, el mismo Pedro, tienen una fiebre, un fuego que les quema: que Israel sea el centro del mundo, que todos le sirvan, que todas las naciones reconozcan al mesías judío, que se instaure, al fin, un régimen teocrático según la religión judía. Es lo que se llama el “fuego mesiánico”. Jesús cura a la suegra de ese fuego y lo transforma en servicio: “se puso a servirles”.

En realidad, cura a todo el entorno de Simón, a Andrés, a Santiago, a Juan y al resto de discípulos. Es verdad que lo aman, pero esperan de ese Mesías pingües ganancias. Ese fuego les devora y Jesús quiere hacerles entender que lo suyo es servir, darse, ofrecerse sin pedir nada a cambio.

Nosotros también tenemos “fuegos” dentro que el evangelio quiere reorientar. Por ejemplo:

· El fuego de querer tener siempre la razón: y para tenerla gritamos, insultamos, mentimos, machacamos al otro. Jesús quiere transformar esa fiebre en respeto, buenos modales y valoración positiva del otro.

· El fuego del desprecio al que es más débil: sobre todo a las minorías, a los que arrastran estigmas sociales, a los que sabemos que no van a defenderse. El evangelio quiere cambiar esa fiebre en acogida, apoyo y amparo por encima de toda debilidad.

· El fuego de pensar que nuestra cultura es la mejor: porque nos creemos el ombligo del mundo. Y desde ahí minusvaloramos, excluimos y ridiculizamos a los que no pertenecen a nuestro ámbito cultural (¡Qué ha habido que oír de los niños de san Ildefonso que cantaron la lotería!). El evangelio pretende cambiar esa fiebre en inclusión, abrazo social y generosidad con los que vienen a nosotros.

El evangelio tiene una formidable pretensión: quiere cambiar nuestro mecanismo interior, quiere que funcionemos con criterios distintos (los de Jesús) quiere que miremos a las cosas y a las personas con una mirada compasiva. Muchos dicen: eso es imposible. Viejo es Pedro para arriero. Pues hay que pensar que si el evangelio no nos cambia algo, al menos en una pequeña parte, ¿para qué nos sirve?

Dice el Papa Francisco una frase que es luminosa: “Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, las personas son descubiertas y valorados en su inmensa dignidad, respetadas en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integradas en la sociedad” (FT 187). Que acojamos esa manera nueva de mirar personas y cosas para vernos libres de cualquier fiebre engañosa.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

(4 de febrero de 2024)

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