Las páginas de san Juan son muy profundas y encierran una espiritualidad muy nutritiva para alimentar nuestro interior. Tratemos de escucharlas reflexivamente.

Dice la página evangélica que hemos leído algo en lo que ciertamente todos estamos de acuerdo: el creyente ha de permanecer unido a Jesús para dar fruto, lo mismo que ocurre con los sarmientos y la vid, como todos sabemos. Lo interesante no es dar una adhesión puntual, sino permanecer con fidelidad y constancia.

La Iglesia siempre ha deseado la unidad y ha orado insistentemente por ella. Todos los días lo hacemos en la misa: “concédenos la paz y la unidad”. Pero da la impresión de que más que la unidad con Jesús lo que ha buscado es la unidad con el sistema eclesiástico. Por eso, aún hoy día, nos estremece el peligro de cisma (como a veces parece que lo sortea la Iglesia alemana) o las opiniones estrambóticas que consideran al Papa un hereje y piden, en boca de algunos clérigos, que Dios se lo lleve pronto.

El evangelio no pide tanto la unidad en torno a la jerarquía, sino la unidad en torno a Jesús, a su propuesta evangélica, a sus valores esenciales. Ese permanecer en Jesús es el más interesante y el que nos habría de preocupar. Por eso, ¿qué tipo de unidad nos demanda hoy el evangelio?

· La unidad de una fe en diálogo con el mundo: no nos separemos del mundo, no hagamos una fe enrocada sobre ella misma, no nos cansemos de dialogar con humildad con todo el que aspira a una cierta espiritualidad.

· La unidad en el fomento continuado de la dignidad humana: hagamos de la dignidad un cimiento de vida. Veámosla en toda persona, sea de donde sea y tenga el color que tenga. Somos familia humana: negar la dignidad a uno de la propia familia es una aberración.

· La unidad en la ciudadanía: porque el vivir en el mismo país conlleva tener algunos ideales y anhelos comunes. Fomentemos la amistad cívica viviendo nuestro ser ciudadano de manera respetuosa y tolerante.

Tengamos en cuenta que la unidad no es uniformidad. Por eso, se nos pide hoy generosidad para encajar de la manera más respetuosa y fraterna posible las diferentes experiencias de la fe, sabiendo que, aunque no vayamos en la misma barca, todos vamos al mismo puerto que es Jesús resucitado. Si Jesús es realmente el aglutinante de nuestra espiritualidad cristiana, sabremos solucionar los roces que genera la diversidad de experiencias religiosas.

Además, hay que dar crédito a ese dicho, algo manoseado pero verdadero, de que es más lo que nos une que lo que nos separa. Es así, nos une la vida y por ello, todos elegimos la vida. Es nuestra manera de entender como humanos y como cristianos. Es Pascua: sigamos eligiendo la vida.

Fidel Aizpurúa Donazar

(28 de abril de 2024)