ASCENSIÓN
Miguel A. Munárriz CasajúsMc 16, 15-20
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»
Los relatos de la Pasión son la crónica de un hecho que ocurrió, y corremos el riesgo de pensar que tras la pasión los evangelistas siguen narrando hechos. Pero según los especialistas, a partir del sepulcro vacío se cambia el estilo literario y se adopta un lenguaje simbólico que encierra una profesión de fe en el crucificado. Tenemos cinco relatos de la resurrección y tres de la Ascensión: dos de Lucas y uno de Marcos, y en ellos vemos que la Resurrección se presenta siempre como triunfo sobre la muerte; como liberación del poder del mal, y que la Ascensión representa la exaltación definitiva, la consagración de Jesús como Señor.
A nosotros nos hubiese gustado que los evangelistas se hubiesen limitado a contarnos lo que vieron los ojos, pero no es ése el estilo que eligieron para transmitirnos su fe; es más, es posible que en ese caso se hubiese despojado a la Ascensión de todo su significado. Ellos nos cuentan lo que verdaderamente sucedió a los ojos de la fe, y lo que sucedió es que Jesús, la palabra del Padre, puso su tienda entre nosotros, y que, tras su muerte, Dios le exaltó a su derecha, dejándonos la fuerza de su Espíritu para que llevamos a cabo la misión que Dios le encomendó a él y que él nos encomendó a nosotros.
Jesús siempre le ha planteado a nuestra mente una pregunta crucial: ¿Quién es este hombre?... En la Ascensión, esta pregunta se cambia por otra aún más importante: ¿Quién soy yo?... Y Jesús sentado a la derecha del Padre nos da la respuesta: tú eres alguien destinado a ese mismo destino. La Ascensión se convierte así en revelación de la esencia humana; en el fundamento de su dignidad. Por tanto, la Ascensión de Jesús nos propone un acto de fe en nosotros; no somos unos seres que nacen en la tierra y vuelven a ella tras la muerte, sino que estamos destinados a la plenitud que se muestra en Jesús.
En Jesús se revela la grandeza de lo humano mucho más allá de las expectativas que nadie hubiese podido albergar. La Ascensión de Jesús nos muestra nuestra propia naturaleza; nos muestra lo que es un verdadero ser humano en plenitud, realizado en Dios, sentado a su derecha. Es el hombre Jesús el que está sentado a la derecha de Dios. Y somos nosotros los que estamos destinados a “ser semejantes a Él” a “verle cara a cara”.
La Ascensión es el triunfo final del crucificado, y los cristianos la vemos como un anticipo del triunfo final de la humanidad. La obra de Dios llega a su destino en su primogénito, el primero de los hijos en quien se manifiesta ya el éxito definitivo del Amor Todopoderoso.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí