MI HERMANO, MI HERMANA, MI MADRE
Fidel AizpurúaLos evangelios contienen textos muy esclarecedores para saber sobre Jesús y para iluminar la vida cristiana. El de este domingo es uno de ellos.
Se ve que el comportamiento del Jesús adulto (su ir de aldea en aldea anunciando el reino, con discípulos y discípulas) hizo creer a su familia que había perdido el juicio. Fue un “palo” para Jesús y tuvo que buscarse una familia “subrogada”: la de quienes cumplen el designio del Padre. Su verdadera familia es aquella que vive los valores del reino. Se dice fácil, pero esto supuso un verdadero y costoso “despegue” para el Jesús evangélico. Conllevó también un consuelo y apoyo.
Esto es interesante para nosotros porque, viviendo los valores del evangelio, podemos pertenecer de modo efectivo y real a la familia de Jesús. Nos separan de él muchos años de distancia, una cultura distinta, una desconexión histórica. Pero los valores del evangelio nos acercan tanto a él que, si los vivimos, nos hacen entrar a formar parte de su familia de una manera absolutamente real. Viviendo al estilo del evangelio, la voluntad del Padre, somos de la familia de Jesús.
¿Cuál es esa voluntad del Padre que nos hace familiares de Jesús? Resumiendo:
· Que nada se pierda: Jesús ha comprendido que eso era lo que Dios quería y a esa tarea se dio con empeño. Sobre todo, que no se pierdan quienes corren más riesgo de perderse. Contribuir a ello es ser de la familia de Jesús.
· Que se acaben cuando antes las desdichas de los pobres: por eso se puso de su parte y ellos comprendieron que tenían en él un amparo. Ser sensible al mundo de las pobrezas es puerta que nos abre a la familiaridad con Jesús.
· Que alcancemos la cota de felicidad posible: porque el suyo fue un programa más para el logro de la dicha que para la lucha contra el pecado. De tal manera que la dicha, aun cercada de limitación, es la seña de identidad de la familia de Jesús.
Si estos modos de vida van tomando cuerpo en nosotros, pertenecemos a la familia de Jesús. Más aún, hacemos familia con todos aquellos que, de una u otra manera, los viven, sean o no creyentes, vivan en modos religiosos o no. La familia de Jesús es más amplia que las religiones, abraza al mundo entero. Puede pertenecer a ella cualquiera que se empeñe en vivir amando.
El Papa Francisco ha escrito una hermosa carta para anunciar el año jubilar de 2025. En ella dice (nº 4): «Si aun fuésemos capaces de contemplar la creación con asombro, comprenderíamos cuán esencial es la paciencia. Aguardar el alternarse de las estaciones con sus frutos; observar la vida de los animales y los ciclos de su desarrollo; tener los ojos sencillos de san Francisco que, en su Cántico de las criaturas, escrito hace 800 años, veía la creación como una gran familia y llamaba al sol “hermano” y a la luna “hermana”». Que el Señor nos dé la paciencia y el tesón para vivir cada vez más en la órbita del evangelio, la órbita de la familia de Jesús.
Fidel Aizpurúa Donazar
9 de junio 2024