VAMOS A LA OTRA ORILLA
Fidel AizpurúaOcurre, a veces, que una pequeña frase del evangelio encierra una luz que puede ser muy útil para nuestra vida cristiana. Así pasa con la lectura evangélica de este domingo.
Jesús descoloca a los discípulos con una expresión: “Vamos a la otra orilla”. Se refiere a la otra orilla del lago de Galilea: en el lado occidental están todos los pueblos del evangelio (Cafarnaúm, Betsaida, Caná, Nazaret, etc.). Y en “la otra orilla” está la Decápolis, los paganos. A un judío no se le ha perdido nada en tierra de paganos, esos malditos destinados al infierno. ¿Para qué ir?
Pero Jesús quiere ir porque ha descubierto (quizá en sus largas noches de oración) que también hay que hacer la oferta del reino a los paganos porque nadie queda excluido de la propuesta de Jesús. Los paganos también tienen corazón, alma dentro y quizá puedan estar interesados en la propuesta evangélica (como así se vio en los inicios de la fe, cuando la primitiva misión cristiana).
Hace tiempo se habló mucho de una “Iglesia en salida”. Todo parece que quedó en nada porque salir no es fácil. ¿Cómo ir a la otra orilla? ¿Cómo ser comunidad cristiana en salida? Quizá haya que comenzar por salir uno mismo y de sí mismo:
· Salir de nuestros esquemas mentales: porque somos muy rígidos y creemos que nuestra manera de pensar es la única, la verdadera. Todo el mundo tiene una parte de verdad, todos podemos aportar algo a la vida.
· Salir de nuestros esquemas religiosos: porque hay personas que no toleran el mínimo cambio y viven fieles a lo que aprendieron de niños, cosa que consideran inamovible.
· Salir de nuestros esquemas morales: porque pensamos que quien no vive a mi estilo no va bien y quien tiene otras maneras de ver la relación, la sexualidad, la familia, etc., merece nuestra reprobación.
No es fácil salir. Tenemos un ejemplo en san Pablo: siempre estaba diciendo que se iba a los paganos y siempre volvía a las sinagogas de los judíos. Salir de él mismo le era muy difícil. Porque para salir se requiere cambiar la mirada sobre el otro y considerarlo de la propia familia. No es fácil elaborar nuestros prejuicios.
Quizá el verano puede ser un buen tiempo para salir hacia el otro, para relacionarnos mejor, para hablar con más sosiego y humanidad, para interesarnos por la situación del otro. Salir es, en definitiva, amar y para amar hay que volcarse con aprecio hacia quien tengo delante.
Fidel Aizpurúa
23 de junio de 2024