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SACUDÍOS EL POLVO DE LOS PIES

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Hay páginas evangélicas que, con estar muy lejos de nuestra cultura, son ilustrativas, como la de este domingo.

Se dice a los discípulos que predican el reino de Dios por las aldeas que, si la gente no les escucha, SACUDAN EL POLVO DE LOS PIES. Era un gesto que hacían los judíos al volver de territorio pagano; se indicaba con ello que no se quería saber nada con aquellos impuros que negaban al Dios de Israel. Se sacudían las sandalias y hasta los mismos pies, no se hubiera pegado algún grano de arena de aquella tierra maldita.

Pero resulta que a Jesús, que estuvo en tierra de paganos (Tiro y Sidón, la Decápolis), nunca se le pinta sacudiendo los pies. Parece que él tuvo un talante más abierto, conciliador y dialogante. Se pregunta uno si esa norma que consta en las disposiciones de Jesús a los misioneros salió alguna vez de sus labios siendo así que nunca vemos que él la practique. Puede que sea un desahogo de los primeros misioneros cristianos que pasaron momentos amargos.

Quizá se nos llame a nosotros hoy justamente a no sacudir el polvo de las sandalias, a creer en la dignidad de toda persona, a dar fe a las virtudes positivas del diálogo. Haríamos, pues, bien en:

· No romper amarras: como Jesús, que no ha roto amarras con su familia, aunque tuvo sus problemas (Mc 3,21). Lo que se rompe es muy difícil luego reanudarlo.

· No cerrar puertas: como Jesús, que no cerró la puerta a Nicodemo aunque fuera a verle a horas intempestivas (Jn 3,2). Mantener la puerta abierta supone tener nuevas oportunidades de encuentro.

· Mantener los vínculos: como Jesús que amó a su pueblo aunque le diera las espaldas (Lc 13,34). Hay que ser generoso para no maldecir a quien te niega la palabra y el afecto.

El Papa Francisco nos aconsejaba hace unos años: «Trata de construir verdaderamente un “nosotros” que tiende puentes y une a la humanidad. Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen. El amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar».

En verano se estrechan las relaciones familiares que, a veces, están deterioradas. Quizá sería buen momento para dar un primer paso, acercarse, interesarse, hablar. Lo último, “sacudirse el polvo de las sandalias”, romper, alejarse, hablar desgarradamente. Ese camino no lleva a la paz. Ese no es el camino de Jesús.

 

Fidel Aizpurúa

(14 de julio de 2024)

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