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LE CONTARON TODO LO QUE HABÍAN HECHO Y ENSEÑADO

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Hay detalles en las páginas del evangelio que, si se los sopesa con cuidado, pueden ser muy iluminadores.

Dice el texto que hemos leído que los Doce volvieron de la misión al encuentro con Jesús y LE CONTARON TODO LO QUE HABÍAN HECHO Y ENSEÑADO. Jesús los envió “con autoridad sobre los espíritus inmundos”, es decir, con autoridad para sanar cuerpos y almas, para curar, para consolar. Y ellos han hecho esto pero, a la vez, han “enseñado”. Esto no lo había mandado Jesús.

Eso era: ha hecho catequesis tomando pie del Antiguo Testamento, que era lo que conocían. Eso no lo ha mandado Jesús. Porque lo realizado por los Doce significa que se han dirigido únicamente a los judíos proponiéndoles no el reino nuevo, sino la enseñanza antigua con todos sus preceptos, cerrados y xenófobos.

Jesús los llama “a capítulo”, a un “desierto”, lugar de purificación y de reorientación, para que retomen la senda de la propuesta de Jesús: una oferta de humanidad para todos. Para ello, los seguidores de Jesús tendrán que aprender a abrirse a todos, incluso a los paganos.

¿Cómo podríamos abrirnos nosotros hoy alejándonos de una mentalidad excluyente? Escuchando al evangelio que nos dice:

· No te cierres: así nos dice Jesús: “fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25,35). Cerrarse al frágil es endurecer el corazón y empobrecer la vida social.

· No te aísles: piensa en el que está al borde del camino, acércate, socórrelo. No des un rodeo para ir solamente a tus asuntos (Lc 10,31).

· No te ocultes: porque no se puede ocultar la luz puesta en el candelero (Lc 11,33). La vida ha de tener claridad, porque si se oculta algo hay que sospechar que no es cosa buena (Jn 3,20).

El Papa Francisco decía en Francia hace poco cosas como éstas: “Permitámonos conmovernos con las historias de tantos de nuestros hermanos y hermanas menos afortunados que tienen derecho tanto a emigrar, y no nos cerremos en la indiferencia”.

Quizá no sean los nuestros tiempos propicios para escuchar esta clase de mensajes. Pero hoy el evangelio nos habla a nosotros. Y el verano no es mal tiempo para practicar la “espiritualidad de la apertura”, tan necesaria para la vida humana y para la fe cristiana. Cerrarse nos lleva a la inhumanidad y nos aleja del evangelio.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

21 de julio de 2024

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