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Libro de la biblia

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

CINCO PANES DE CEBADA

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Hay páginas en los evangelios que tienen un contenido inagotable: por mucho que se las lea, siempre podemos sacar algo en limpio. Este relato llamado de “la multiplicación de los panes” es uno de ellas.

Todos vamos aprendiendo que el verdadero milagro de la multiplicación de los panes no es que, con la bendición de Jesús, salieran a mogollón panes del cesto. Todos sabemos que el verdadero milagro se da cuando al menos uno de los presentes está dispuesto a abrir el zurrón porque compartiendo llega, no siendo obstáculo la pobreza. Por eso este relato debería llamarse en lugar de la multiplicación de los panes “el milagro del compartir”.

Pero hay un detalle que queremos subrayar: dice el evangelio de Juan (esto es propio suyo) que el muchacho aquel abrió su zurrón y puso sobre la mesa cinco panes de cebada y dos pescados en salmuera, dos sardinas viejas. Alimentos pobres, lo que tenía. Es que esa es la gran excusa que tenemos para ser remisos a la hora de compartir: soy pobre, no tengo mucho, que compartan los ricos, etc.

Por eso mismo, todos hemos de hacernos unos planteamientos sencillos:

· No es lo más importante cuánto puedes, sino a qué estás dispuesto: porque la solidaridad no se mide por la cantidad, sino por el corazón y por la disposición efectiva a la ayuda.

· No te preguntes qué cambias de la situación, sino qué cambias tú: porque aunque no cambies mucho de la pobreza del mundo, si tu corazón cambia hemos dado un gran paso.

· No te preguntes cómo hacer solo, sino cómo hacer con otros: porque ha llegado el momento de ser solidario de forma organizada, no solo para ser más efectivos, sino también para ser más humanos, más familia.

Los Santos Padres decían en la antigüedad cosas que eran como bofetadas. San Juan Crisóstomo dice: “no compartir con los pobres los propios bienes es robarles”. ¿Sería capaz alguno de nosotros de robar a un pobre? Nos avergonzaríamos de ello. Pues lo mismo tendríamos que avergonzarnos de la insolidaridad y nuestra racanería de corazón.

Estamos en verano, buen tiempo para meditar en la sombra reparadora de una iglesia, o a la orilla de un río, o en el paseo junto al mar. Pensemos este domingo en esos panes de cebada y los dos pescadillos pobres. Pensemos en nuestros modos de compartir. Y cuando empecemos el curso, que nuestro corazón y nuestro bolsillo sean más amplios y generosos para que se haga realidad el milagro del compartir.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

28 de julio de 2024

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