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Libro de la biblia

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

CUANDO TODAVÍA ESTABA LEJOS, SU PADRE LO VIO

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En su aparente sencillez, las parábolas son un pozo de espiritualidad sin fondo. Contienen mucha “metralla”. Por más que las leamos una y otra vez, siempre son útiles.

Hemos leído esta parábola un tanto desenfocadamente: la llamamos la “parábola del hijo pródigo” porque creemos que esa es la figura central del relato. Pero no lo es porque ese personaje es alguien inimitable tanto en su fuga de la casa paterna como en su vuelta, ya que no vuelve por arrepentimiento, sino porque tiene hambre.

El personaje principal es el padre que perdona siempre. Así deberíamos llamar esta parábola. Subrayemos un detalle: dice que CUANDO TODAVÍA EL PRÓDIGO ESTABA LEJOS, SU PADRE LO VIO. Lo que quiere decir que salía todos los días (no estaba avisado de su llegada) y que oteaba el lejano horizonte esperando verle aparecer. O sea: esperaba siempre y perdonaba todo.

Así es el Dios de Jesús: ama y perdona sin condiciones. Hemos puesto muchas condiciones al amor y al perdón de Dios, pero no hay tal. Es preciso que volvamos al origen del pensamiento de Jesús: Dios espera, ama y perdona siempre sin condiciones.

¿Cómo dar cuerpo a esa espiritualidad en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo acercarnos a ese amor que perdona, espera y ama incondicionalmente?

· Aleja la cerrazón: porque en las mentes y corazones cerrados no entra el perdón y la compasión.

· Aleja la sospecha: porque la sospecha es un frío que hiela el alma y entonces el perdón, que necesita calor, no puede entrar ahí.

· Aleja la superioridad: porque creerte por encima del otro te hace duro y el perdón necesita una ternura que lleve a la igualdad.

Mirando a Jesús, podríamos decir sin temor a equivocarnos que Dios no necesita nuestro arrepentimiento para perdonarnos, le basta con nuestra necesidad. El Dios de Jesús se alegra de que el pecador se convierta. Pero si no hay conversión, sigue amándonos y nuestra necesidad le conmueve. Este es el abismo de generosidad inmensa del Dios que, según el evangelio, perdona siempre.

Hay un autor (André Gide) que tiene un librito donde cuenta la vuelta del hijo pródigo. Y viene a decir que en la casa de este había, además del hermano mayor, otro más chiquito que perseguía al prodigo preguntándole por las ciudades que había visto, las mujeres que había conocido, etc. Quería saber cosas, porque él no había salido del pueblo. El padre veía esto y habló con el pródigo. Este le explicó que no le agradaba que le preguntara cosas, pero que el pequeño le asediaba. Y al final se dirigió a su padre: -Padre, ¿qué harías si este pequeño se va de casa como yo me marché? El padre respondió: -Esperarlo, como te esperé a ti.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Domingo 30 de marzo de 2025

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