Buscador Avanzado

Autor

Tema

Libro de la biblia

* Cita biblica

Idioma

Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

EL PARÁCLITO, ESPÍRITU DE LA VERDAD Y DE LA UNIDAD

Rate this item
(5 votes)

Jn 14, 15-26

En la fiesta de Pentecostés –cincuenta días después de la resurrección, que la periodización ideada por Lucas hace coincidir con la venida del Espíritu (Libro de los Hechos 2,1-4)-, la liturgia nos ofrece un texto del cuarto evangelio sobre la promesa del Espíritu por parte de Jesús.

En este "testamento espiritual", el Espíritu es designado con dos términos que corren paralelos y se complementan mutuamente: "Paráclito" y "Espíritu de la verdad".

El griego "paráklētos" habría que traducirlo literalmente –según los expertos- como "llamado al lado de uno" (X. LÉON-DUFOUR, Lectura del evangelio de Juan, vol. III, Sígueme, Salamanca 1995, p.98).

De ahí, que en latín se tradujera como "ad-vocatus" ("llamado junto a sí"), que dio lugar al uso castellano de "abogado" o "defensor", aunque quizás estaría más cercana al original la expresión "asistente social".

En ese mismo "testamento" de Jesús, se habla de tres funciones del Espíritu: estar con los discípulos, enseñar y atestiguar.

La primera de ellas viene a recoger una promesa que atraviesa toda la Biblia: "Yo estaré contigo". De hecho, no hay relato de vocación que no vaya acompañado de la misma, desde Moisés (Éxodo 3,12) hasta Jeremías (1,8). El Espíritu es presentado ahora como la Presencia que "está al lado" y acompaña permanentemente.

Es también el que enseña. La comunidad de Juan lo vivía con tal certeza que llegó a escribir:

"Vosotros tenéis el Espíritu que viene de Dios y lo sabéis todo... El Espíritu que habéis recibido de él permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; antes bien, ese Espíritu, que es fuente de verdad y no de mentira, os enseña todas las cosas" (Primera Carta de Juan 2,20.27).

Esa enseñanza incluye el "recordar todo lo que os he dicho" que, en lenguaje bíblico, significa tomar conciencia del significado de las palabras de Jesús, para poder comprenderlas en profundidad.

La tercera tarea del Espíritu es la de atestiguar a favor de Jesús, desenmascarando lo que hay de mentira en el mundo y en nosotros: es llamado, por eso, "Espíritu de la Verdad".

Con todo, el Espíritu no sustituye a Jesús. De hecho, en el texto se le llama "otro defensor", porque da por supuesto que el primero es el propio Jesús. En cualquier caso, estas diferencias o incluso "comparaciones" no son sino consecuencia del dualismo que nace de la mente, por el que tendemos a separar constantemente lo que no son sino nombres y formas de la Realidad Una.

En la Biblia, el Espíritu es la Ruaj ­–en femenino-, y puede traducirse como "viento", "ánimo", "aliento", "energía o dinamismo vital", "fuerza de vida"... Términos todos ellos sumamente evocadores de la Vida divina y que nos pueden ayudar a desnudarnos de tantas imágenes antropomórficas de Dios, al que incluso habíamos llegado a "dibujar" como un anciano (varón), al lado del Hijo en la cruz y de la paloma... Indudablemente, el teísmo exagerado es fuente de ateísmo.

Desde esta nueva evocación, podremos entender por qué "Espíritu" y "fuerza" son dos palabras que aparecen unidas a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Vayan algunos ejemplos:

· "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (evangelio de Lucas 1,35).
· "Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder" (Hechos de los Apóstoles 10,38).
· "Vosotros quedaos aquí hasta que seáis revestidos con la fuerza que viene de lo alto" (evangelio de Lucas 24,49).
· "Vosotros recibiréis la fuerza de Espíritu Santo" (Hechos 1,8).
· "Al terminar su oración, el lugar en que estaban reunidos tembló; todos quedaron llenos del Espíritu Santo" (Hechos 4,31).
· "Que el Espíritu Santo, con su fuerza, os colme de esperanza" (Carta a los Romanos 15,13).
· "Mi palabra... fue una demostración de la fuerza del Espíritu" (Primera Carta a los Corintios 2,4).

El Espíritu, o Dinamismo de Vida y de Amor, es la Dimensión invisible de lo Real, que hace que lo visible sea; y ello en una relación no-dual.

Por eso, no es lo opuesto a materia (o cuerpo), sino a muerte. En cierto sentido, podríamos decir, metafóricamente, que el cosmos entero no es sino el "cuerpo" del Espíritu, su manifestación y expresión. Por eso, quien sabe ver el mundo, está viendo al Espíritu.

Para esa "mirada contemplativa", "todo esta bien": No es extraño que san Hilario de Poitiers, en el siglo IV, se refiriera al Espíritu como "el Gozo del Don".

"Dios es amor", proclama la revelación cristiana. "Dios es don", un dar-se constantemente en toda la creación. En cuanto nosotros mismos empezamos a experimentarnos como recibidos en un constante presente, estamos haciendo la experiencia del Dios en quien somos. Y ésa es una experiencia gozosa en sí misma, porque es plena. Plenitud, Gozo, Don... son otros nombres del Espíritu, otras evocaciones de la Divinidad.

Probad a llamar a Dios "Gozo"... y dejáoslo sentir en lo más profundo de vosotros mismos; acallada la mente separadora y conceptualizadora, dejaos envolver por él. No tengáis prisa. Estáis permaneciendo en la Presencia del Espíritu que es "proximidad de Dios", "más íntimo que mi propia intimidad" (san Agustín).

Seguid probando –y saboreando- al Espíritu como Fuerza de Vida... y permaneced en esa sensación. Seguid todavía probándolo –y saboreándolo- como Ternura.

No llegaremos al Espíritu a través de la mente –ni de los dogmas-, sino dejándonos sentir su "eco" en nosotros; permaneciendo –tiempo y tiempo, en una "advertencia amorosa"- en contacto con el Principio divino que constituye nuestra propia identidad.

Superado el nivel mental, que pensaba al Espíritu como una fuerza "exterior" que, desde fuera, nos acompañaba, venimos a experimentar que es ese Espíritu el que constituye, en último término, nuestra identidad más profunda: No somos el ego que se dirige a un Espíritu divino separado, sino el mismo Espíritu que se vive en nosotros en forma de "yo". Por eso, al entrar en contacto con Él, tenemos la sensación clara de que nos encontramos con "nosotros" mismos.

Otro término que evoca al Espíritu es el de Unidad. No es extraño que el relato de Lucas, en el Libro de los Hechos (2,8), afirme que las diferentes lenguas no eran obstáculo para que todos se entendiesen. Pentecostés –la Presencia del Espíritu- es la antítesis de la confusión y dispersión de Babel (Génesis 10,1-9).

El Espíritu es el "principio de unidad" de todo lo que es... y unidad es lo que percibe y vive quien lo experimenta. En el silencio de la mente fragmentadora, la mirada contemplativa capta y descansa –la persona se reencuentra- en la Unidad-sin-costuras de lo Real: porque el Espíritu, que lo llena todo, está siempre "aleteando sobre las aguas" (Génesis 1,2).

 

Enrique Martínez Lozano

www.enriquemartinezlozano.com

Read 9206 times
Login to post comments