PANTEÍSMO Y NO-DUALIDAD
Pedro M. Lamet"La verdad es un país sin caminos". Esta frase de Krishnamurti puede ayudarnos a comprender que la verdad profunda está dentro de nosotros. Jesús de Nazaret dijo: "El reino de los cielos está dentro de vosotros". No hay que buscarlo más lejos. Ya lo tenemos sin darnos cuenta, sin saberlo, puesto que la mente se encarga de rodearnos de pensamientos confundiéndonos sobre nuestro verdadero yo: ese silencio interior, ese "yo soy", que toca lo infinito.
En este sentido algo está muy claro: Cuando la religión nos oprime, si nos hace infelices, si se convierte en una carga, no puede ser de Jesús. Todo lo demás es fanatismo, norma, guardería de adultos, cárcel con el sagrado nombre de Dios.
Decía el jesuita indio Tony de Mello: 'Para los no creyentes, Jesús y el Padre que Él anuncia, tienen un fama pésima por culpa de lo que se predica en muchos púlpitos, y sobre todo por cómo se deforma su verdad en la vida por seguidores fanáticos o simplemente dormidos'. Y añadía: 'El peligro está en que buscamos a Dios montados en un burro (el concepto), pero para entrar en la casa (la realidad de Dios) has de dejar el burro afuera".
La percepción mística (no hay que asustarse del término) es directa, no es un pensamiento, está más allá del pensamiento. A veces aparece entre dos respiraciones, al escuchar una música, al leer un poema, al contemplar un árbol. Es como si captaras el ser en el Ser. No por mucho razonar se encuentra la verdad. Así sucede, por ejemplo, en los momentos claves de la vida: cuando te enamoras, te nace un hijo, en un momento de gran alegría o dolor. No depende de que seas joven o viejo, guapo o feo, sano o enfermo: siempre eres.
La verdadera religión hace hombres libres y quita los miedos. Permite leer de otra manera el universo: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré".
La verdadera religión no es una moral, ni un puñado de dogmas; es una actitud por la que te sientes parte de un Todo. Es cierto que tenemos que vivir en el mundo de la manifestación, que es temporal y cambiante, pero basta con contemplar ese "no sé qué" que hay detrás, algo no cambiante que llevo dentro.
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1. Si yo le falto a Dios, Dios no sería infinito. Que soy parte de Dios no es panteísmo, ya que Dios, por contenerme a mí, no dejaría por eso de ser amor e inteligencia infinitos y por tanto persona, lo que niegan los panteístas. San Juan de la Cruz dice que somos de la naturaleza de Dios, lo que se descubre en todos los esponsales místicos de escuelas espirituales.
2. La cruz nunca es un fin en el cristianismo, sino un medio. Si Jesús hubiera buscado la cruz por sí misma hubiera sido un masoquista. Aceptó la cruz por ser consecuente con su verdad y murió víctima de ella, por amor. Cuando nos pide renunciar al "yo", se refiere al yo pequeño, al personaje, no al yo profundo que está en conexión con la luz. Ésa se obtiene por la nada de Juan de la Cruz, la indiferencia ignaciana o el vacío del zen. También aceptando la cruz de cada día y superándola, resucitando, pero no buscándola.
3. Dogmas, normas, mandamientos son como andadores cuando no hemos despertado. Cuando ves o intuyes, o sientes-contemplas, no necesitamos, como dice Pablo, las cosas de niño.
4. Los cristianos tenemos la suerte de tener a Jesús, pero el hombre no ha salido mal hecho de fábrica y en cualquier lugar puede unirse a Dios si aparca el yo pequeño. También la teología católica defiende que ya estamos salvados por los méritos de Cristo, y Pablo que somos miembros de Cristo, y por tanto parte suya, y por tanto parte de Dios. Lo que pasa es que tenemos miedo a esta verdad maravillosa y se sigue predicando una triste dualidad escolástica.
Todo esto es pensamiento. Hay que cerrar los ojos y respirar eso que está detrás del pensamiento.
Pedro Miguel Lamet
El alegre cansancio
El blog de Pedro Miguel Lamet
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