LO QUE A DIOS LE PLACE
Florentino UlibarriCuando entré en tu casa
tú no me ofreciste agua para los pies;
ella, en cambio, me los ha regado
con sus lágrimas
y me los ha secado con su pelo largo.
Tú no me besaste;
ella, en cambio, desde que entró
no ha dejado de besarme.
Tú no me echaste ungüento en la cabeza;
ella, en cambio, ha ungido hasta mis pies
con perfume caro.
Y si pasamos a otras cosas...
Tú me invitaste
y me has dejado plantado;
ella se invitó
y me ha acompañado.
Tú has estado mirando de reojo;
ella, con ternura y amor desbordado
a través de sus húmedos ojos llorosos.
Tú, en tu fuero interno, has murmurado
de ella y de mí sin reparo;
ella me ha amado como sabe
y me place ser amado.
Tú has sido bien tacaño
y hasta taimado;
ella, agradecida
con sus gestos humanos.
Tú te has escandalizado;
ella ha recuperado su dignidad perdida
y se ha salvado...
El banquete ha terminado.
No te sorprendas.
Dios quiere personas nuevas.
Florentino Ulibarri