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ENSEÑANZA LAICA

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La directora de un documental sobre las maestras de la república, ha declarado que: "Estamos poniendo otra vez la educación en manos de la Iglesia Católica". Es admirable la capacidad que tienen algunas personas de formular frases rotundas, capaces de interpelar a muchas personas y cosechar adhesiones sinceras o interesadas... a pesar de que en el fondo carecen de fundamento. No nos dice quiénes son los desaprensivos que están cometiendo este atropello, pero nos alerta de una intriga para que nuestros hijos sean adoctrinados por quienes no deben.

Quizás convenga aclarar —una vez más— el concepto de "patria potestad". La patria potestad de un menor tiene por objeto garantizar su cuidado, desarrollo y educación integral, y corresponde a sus padres. Son los padres los que tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos; y nadie más. Ni el estado ni nadie. El problema surge cuando la inmensa mayoría de padres no tienen ni el tiempo necesario, ni la preparación adecuada para educarles por sí mismos, y tienen que delegar este derecho en terceras personas. Por tanto, es cada padre el que, libremente, "pone la educación de sus hijos en manos de..." quien cree conveniente. Si hay muchos escolares en la enseñanza concertada, es porque hay muchos padres que quieren este tipo de educación para sus hijos.

Pero no debemos pararnos en esta consideración, porque hay mucho más. El origen de la controversia está en la distinta concepción que tenemos los hombres de la realidad que nos rodea. Para unos, en nuestro mundo no hay más realidad que la que vemos y entendemos, el universo no tiene por qué tener un sentido, el hombre nace y muere como cualquier otro ser viviente, y sus normas de conducta deben venir marcadas por la conveniencia individual y colectiva. Para otros, la realidad es más de lo que vemos y entendemos, el universo es creado, Dios le da sentido, como también da sentido a nuestras vidas más allá de la muerte material, y Dios es el referente final del éxito o fracaso del hombre...

(Entre paréntesis, ambas posturas ante la vida son perfectamente legítimas, y la primera lección que hemos de aprender es que todos tenemos el derecho a profesar nuestras convicciones y el deber de respetar las convicciones de los demás).

Así las cosas, si vamos al fondo de la cuestión veremos que sólo existen dos modelos educativos: el que considera al hombre como un animal racional cuyo destino es la muerte; y el que le supone también una dimensión trascendente. Podemos empeñarnos en presentar la enseñanza laica como un modelo de enseñanza neutro, pero no lo es, porque no existe ningún modelo neutro. La enseñanza laica, por propia definición, opta por una concepción del hombre materialista; sin Dios ni trascendencia... pero hay mucha gente que no está de acuerdo con esta forma de concebir al hombre. Como curiosidad; entre el setenta y cinco y el ochenta por ciento de los españoles declaran creer en Dios y en la vida después de la muerte, aunque muchos de ellos no practiquen ninguna religión.

En teoría, la solución podría consistir en que los niños adquieran en el colegio conocimientos sobre distintas disciplinas académicas, y que sean los padres los que les eduquen —según sus criterios— en materia de moral y religión. Pero al expulsar a Dios de las aulas e ignorar el sentido trascendente de la vida, estamos jugando con las cartas marcadas. Estamos entronizando una concepción del hombre en detrimento de otra no menos legítima. Estamos poniéndoselo muy difícil a los padres que quieren trasmitir a los hijos sus convicciones religiosas... No caigamos en la trampa de confundir la aconfesionalidad de la educación con el laicismo sectario y beligerante.

 

Miguel Angel Munárriz

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