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LA GENERACIÓN INFAME

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La ONU acaba de lanzar un informe demoledor —uno más— sobre la inminencia y las consecuencias del cambio climático. Este informe ha sido elaborado por más de quinientos científicos de todo el mundo, y en él se detallan las consecuencias que se van a derivar —que ya se están derivando— de nuestra irracional forma de vida. Y es que hoy, ningún científico duda de que el cambio climático es una realidad que avanza a una velocidad muy superior a la que pronosticaban los peores augurios, que pone en riesgo la vida sobre la Tierra y que está provocado por la actividad humana.

Ya no se puede negar su realidad, porque ya está aquí; porque se puede medir y proyectar al futuro. Y las conclusiones a las que se llega son escalofriantes. Los optimistas —como la ONU— hablan de colapso de la civilización por falta de recursos, y los pesimistas —como Stephen Howking— de extinción de la especie humana. Cada vez es más remota la posibilidad de que algún nuevo logro científico nos saque de este atolladero, y cada vez resulta más evidente que sólo a través de un rearme moral globalizado se podrá paliar el monumental problema que tenemos planteado.

Así lo entiende Hans Jonas, filósofo alemán contemporáneo, quien propone una nueva ética —basada en el principio de responsabilidad— que evite mediante frenos voluntarios que el poder combinado de la ciencia y la economía lleve a los hombres al desastre. Pero ¿cuáles son esos frenos?... Quizás la reforestación, las energías renovables o el retorno a la energía nuclear, pueden ayudar, pero no son la solución; ni muchísimo menos. Mientras no eliminemos en todo el mundo —o restrinjamos de forma radical— la circulación de coches particulares, mientras despilfarremos irresponsablemente en calefacción, aire acondicionado y agua caliente, o mientras la actividad industrial siga requiriendo cantidades ingentes de energía, el problema seguirá incrementándose hasta llegar al colapso...

¿Muy fuerte, verdad?... Es mucho más cómodo seguir negando la existencia del problema que renunciar a nuestro coche y a nuestro confort. Es mucho más sencillo llamar cretinos catastrofistas a quienes dicen que nuestros nietos van a tener que soportar un clima extremo, con una escasez trágica de recursos básicos para la vida.., que van a estar permanentemente a merced de pandemias provocadas por la proliferación de plagas sobre la Tierra, que asumir nuestra responsabilidad y actuar en consecuencia. Somos una generación egoísta e infame, regida por líderes timoratos y encogidos incapaces de afrontar los problemas auténticamente determinantes para el futuro de la humanidad...

Pero todo es en vano. Nuestro egoísmo y su cobardía son en vano. Porque nuestra forma de vida no puede prevalecer. Por mucho que nos aferremos a ella, está condenada a morir por las buenas o por las malas. Y a no tardar. Debemos elegir entre una austeridad voluntaria desde ahora, o una austeridad caótica sobrevenida. Y en ambos casos el tránsito va a acarrear unos problemas económicos y sociales descomunales.., aunque de todo punto insoslayables.

Problemas descomunales, insoslayables.., pero asumibles si los afrontamos juntos, si repartirnos las cargas, para que nadie se quede por el camino... Para eso somos personas humanas. Es cierto que nuestro mundo se ha deshumanizado hasta el extremo de que esto nos suena a chino, de que hemos vendido nuestra esencia humana por poseer cuatro chirimbolos... Pero las dificultades son la mejor medicina para recobrarla, para rescatar la cordura, para caer en la cuenta de que es mucho más gratificante vivir como personas libres, solidarias, que sometidas a los ídolos rastreros que nuestra civilización ha creado.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

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