LA VOCACIÓN DE JESÚS
Rafael Calvo BecaAcción de gracias
Verdaderamente es digno y justo que nosotros,
convocados por tu palabra,
te honremos y demos gracias
usando precisamente el don de palabra que nos diste.
Te reconocemos ante el mundo como nuestro Padre,
el progenitor de la humanidad y de toda la creación.
Mediante tu palabra existió todo
y sin tu palabra no existió cosa alguna.
Tu palabra contenía la vida
y al hacernos partícipes de tu palabra,
nos comunicaste vida y luz,
una luz que brilla siempre, aun en la tiniebla.
Te bendecimos, Padre,
porque has querido habitar en lo hondo de nuestro ser
y nos hablas y quieres que nos comuniquemos contigo
y también entre nosotros.
Por todo ello, nos unimos a los profetas
y a cuantos dieron testimonio de Ti
en este canto de alabanza.
Memorial de la Cena del Señor
Gracias, Señor y Dios nuestro,
porque en el momento elegido por Ti,
tu Palabra se hizo luz entre nosotros
e iluminó a todos los hombres de buena voluntad.
En el solemne momento de su investidura,
siendo testigo Juan el Bautista,
fue breve y conciso tu discurso:
"Es mi hijo amado, escuchadle".
Y Jesús de Nazaret, ungido por tu espíritu,
proclamó buenas noticias para los pobres.
De tu parte anunció la libertad para los oprimidos,
abrió los ojos a los que no podían ver
y nos comunicó a todos los humanos
un mensaje de vida plena.
Nos habló siempre en tu nombre,
sus palabras eran tus palabras,
por eso sentimos que hablaba con autoridad.
Pero usó siempre palabras sencillas, claras,
apoyadas con parábolas,
para que todos le pudiéramos entender.
Recordamos sus palabras en la cena de despedida,
cuando resumió en ellas
toda su trayectoria de entrega y servicio.
Invocación al Espíritu de Dios
Recordando estas palabras de Jesús,
damos testimonio de su vida y su mensaje,
rememoramos con emoción su dolorosa muerte en cruz
y proclamamos su reencuentro contigo.
Querríamos oír tu palabra, Padre Dios,
aun en tu silencio,
y saber distinguirla de las palabras solo humanas.
Contamos con tu Espíritu
para que nos haga comprender tu palabra
y aceptarla tal como es,
sin enmiendas ni interesadas interpretaciones.
No permitas, Señor,
que nuestras palabras se hagan huecas.
Inspira a los servidores de tu palabra,
como hiciste con los profetas,
para que sean auténticos mensajeros tuyos
y no tergiversen la buena noticia de tu Reino.
Con la fe que has depositado en nosotros,
a veces insegura pero en búsqueda,
elevamos a Ti, Padre, nuestra plegaria,
en nombre de toda esta comunidad
brindando por Jesucristo y en su presencia
en tu honor y a tu mayor gloria.
AMÉN.