VENGA A NOSOTROS TU REINO
Rafael Calvo BecaBendito sea tu santo nombre, Dios, Padre nuestro.
Bendito y alabado seas por toda la humanidad, como Tú mereces.
Tú sabes, Señor, cómo deseamos de todo corazón
que todos los seres humanos te alaben, te respeten y te quieran.
Nuestro sueño es que se haga realidad tu Reino, tu proyecto de humanidad,
que nadie de nosotros se erija en superior ni en opresor de nadie,
que nos comportemos unos con otros como verdaderos hermanos
y que todos los seres humanos seamos íntimamente felices.
Pero cuando despertamos de nuestro sueño, vemos un mundo muy distinto
y se nos antoja tarea casi imposible reconducirlo al patrón que hemos soñado.
Tenemos esperanza porque vamos contigo en la lucha por este mundo mejor,
Tú haces posible la utopía. Gracias, Padre.
Hacer tu voluntad es simplemente querernos entre nosotros.
Permítenos que te digamos que eres un Dios bueno, próximo, entrañable,
que es nuestro mayor orgullo tener un Dios como Tú.
En nombre de todos tus hijos, nuestros hermanos repartidos por el mundo,
entonamos en tu honor, este canto de alabanza y agradecimiento.
Santo, santo...
Gracias, Padre, por haberte revelado a nosotros por medio de tu hijo Jesús.
Él ha sido nuestro guía para descubrirte y para conocer la verdad.
Jesús nos ha desvelado nuestra meta: hacerte visible en el mundo,
hacer que resplandezca el amor en una fraternidad universal, sin fisuras,
hacer que brilles en tu maravillosa creación, que hemos de respetar y querer.
Gracias, Padre, por el testimonio de tu hijo Jesús,
que luchó durante toda su vida y hasta su muerte por hacer realidad tu reino.
Se empeñó en que Tú reinaras entre nosotros,
pero nunca quiso ser servido como rey y se puso al servicio de los más pobres,
No quiso ser primero ni poderoso, no buscó las honras de este mundo,
le bastó con sentirse querido por unos pocos, porque dándose a los demás,
te encontró a Ti y se encontró a si mismo plenamente realizado como hombre.
Se vio reflejado en un pan partido y repartido
y nos pidió que le recordáramos compartiendo una simple copa de vino.
EPÍCLESIS Y FRACCIÓN DEL PAN
Queremos, Padre santo, proclamar ante el mundo la verdad de Jesús,
su vida y muerte terrenal, su vida eterna y enteramente feliz en Ti.
Le costó su sangre su lucha contra la injusticia y la mentira.
Jesús fue rey crucificado, rey por ser el servidor de todos, paradoja de Dios.
Jesús no se nos impone ni con promesas ni con amenazas,
a Jesús, tu hijo, lo queremos seguir voluntariamente, como nuestro líder,
porque nos convencen él y su palabra, porque su verdad nos hace libres.
Y queremos ser portavoces de su evangelio, sin paliativos ni recortes.
El mensaje de Jesús es la verdad, luz del mundo que no podemos ocultar.
Envía tu Espíritu sobre esta comunidad que se confiesa necesitada de Ti.
Nos falta amor y generosidad, parece a veces que hasta nos cuesta sonreír,
todavía huimos del hambriento, el enfermo, el inmigrante, el encarcelado,
No nos sentimos hermanos cabales de todos nuestros hermanos
y hemos de bajar del trono regio al dinero y el poder.
Pero Tú estás dispuesto a hacer el milagro de nuestra conversión
con sólo un poco que pongamos de nuestra parte.
Haznos creer que podemos hacer del género humano una auténtica familia.
Danos seguridad, fe en nosotros mismos, para que no desfallezcamos
y tratemos de plasmar en nuestras vidas las consignas de tu Reino.
Con Jesús, tu hijo, heraldo de la verdad, a Ti, Dios, Padre querido,
todo honor y gloria por siempre.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
Invitados a tu mesa, invitados a tu Reino;
gracias, Padre, aceptamos tu invitación
y venimos aquí a refrescar nuestra fe
y a comulgar con Jesús, el que dio la vida por el Reino.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Jesús fue ante todo el rey de la entrega,
el consagrado enteramente a tu Reino.
Que nuestro pan y nuestro vino signifiquen, Padre,
que queremos ser como él, pan y vino,
entregados plenamente a nuestros hermanos.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Henos celebrado la fiesta de Cristo Rey.
Haz tú, Padre, que él, Jesús,
sea quien reine completamente en nuestros corazones.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta