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ACTUALIZAR EL LENGUAJE CRISTIANO

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Hay una petición en la oración de la Iglesia que, aún por conocida y reiterada, no me permito acostumbrarme a ella. En mi oración personal, leída; o bien cuando la escucho en la oración comunitaria agrego mentalmente y desde el corazón a quienes están ausentes y deberían estar muy presentes.

El lector pide a Dios: "Sé ayuda para cuantos son víctimas de cualquier segregación por causa de su raza, color, condición social, lengua o religión". Y se contesta: "Y haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos". La petición está en el Diurnal - Liturgia de las Horas, I Vísperas domingo IV.

¿Te diste cuenta ya, lector o lectora, de que faltan unas víctimas que, por alguna razón no se mencionan en esta oración de petición? Seguramente ya lo habrás percibido. No se dice nada de quienes sufren segregación por causa de su sexo. Así que, inevitablemente, hablaremos de las mujeres.

Hay amplia literatura sobre la discriminación o segregación que sufren las mujeres en muy diversos ámbitos, incluido el religioso. No pretendo hace una proclama pero si una demanda: actualizar el lenguaje cristiano. Quiero animar a poner los ojos en estos "pequeños" detalles lingüísticos que siguen haciendo invisible a la mujer hasta en la oración.

Sabemos que hombres y mujeres sufren discriminación por razón de su raza, color, condición social, lengua o religión, pero no podemos dejar a un lado la discriminación específica por razón del hecho de ser mujer. En la mayoría de los casos se suma a las demás causas de segregación.

La oración sube como incienso y en el momento de esta prez muchos corazones incluirán desde el silencio a quienes son víctimas de segregación por razón de su sexo, aunque la palabra no se cite. Pero eso no quita que nos paremos, reflexionemos y alcemos la voz para que se vayan subsanando estos espacios de invisibilidad femenina.

Aquí traigo unas palabras del Papa Francisco: "Las mujeres deben tener mayor espacio y una presencia más incisiva en la Iglesia católica". El lenguaje ha de modificarse para dejar espacio y presencia a la realidad femenina y muy especialmente en la oración, como es este caso.

Confieso que cada vez que surge la oración de petición que he tratado, pido por las mujeres discriminadas en el seno de la propia Iglesia católica, así como en cada espacio social, profesional, cultural, familiar, religioso, etc. en donde no se considere en igualdad a una mujer por el sólo hecho de serlo.

Jesús fue un Maestro sincero y raro para su tiempo en el trato con el sexo femenino, y de ello nos dan cuenta las bellas escenas del Evangelio. Jesús hablaba con las mujeres y de las mujeres. Respetaba su dignidad en una sociedad que no las consideraba; en cuanto a los derechos, que no tenían, salía en su defensa o ayuda.

 

Mari Paz López Santos

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