El amor se desprende de la divinidad para convertirse en algo terreno: “Mi reino es de este mundo” (Blas de Otero)

22 de noviembre, domingo XXXIV del TO. Jesucristo, Rey del Universo

Jn 18, 33b-37

Tú lo dices. Yo soy rey, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz

“El Reino está entre vosotros”,dice Lucas en 17, 21.Un Reino que en cada uno, que se manifiesta en la ayuda a los demás, en el esfuerzo personal y comunitario por el logro de una forma más humana de vivir. Y Miguel de Unamuno insiste en ello con estos versos de su Poema  El Cristo de Velázquez:

“Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas”

Un Cristo sereno, de dramatismo contenido cuyos brazos, abiertos sin tensión, para abrazarnos y abrazar al mundo, nos revela la plena humanidad de un Rey sin reino. Un rey de las naciones de exiliados, del pueblo sin hogar, de los desamparados, que con su abrazo  ha humanado al Universo entero. “El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino”, insinúa Juan en la Introducción del Apocalipsis.

En el apócrifo Evangelio de Santo Tomás esta bella paradoja:  “Y Jesús dijo: Si aquellos que os conducen os dicen: “Mirad, el Reino está en los cielos”, entonces los pájaros del cielo llegarán primero. Si os dicen: “Está en los mares”, entonces los peces llegarán antes. Más bien el Reino está en vuestro interior, y está en el exterior.

Yo me permito interpretarlo  como una invitación a considerar su dimensión universal. La que el Dalai Lama vietnamita Thich Nhat Hanh nos muestra -un reino sin fronteras- cuando dice: ”En el altar de mi ermita, en Francia, se encuentran imágenes tanto de Buda como de Jesús, y cada vez que enciendo incienso las toco, considerándolos mis antepasados espirituales” .

En el apartado MATERIAL MULTIMEDIA de nuestra Página, de esta semana, ofrecemos una preciosa presentación, tomada en su música del Grupo Brotes de Olivo, y cuya letra une culturas diversas resaltando la idea de universalidad: ”Padre nuestro, padre de todos, no eres nuestro si no eres de todos”, al tiempo que subraya la deinterioridad del reino: “¿Cómo vamos a hablar de tu reino en la tierra si no lo sentimos dentro de nosotros?”

“El amor se desprende de la divinidad para convertirse en algo terreno: “Mi reino es de este mundo”, como nos señala Blas de Otero en su Antología poética, divinizando nuestra terrenal humanidad. En estos mismos conceptos se mueve, aunque desde el hinduismo, el pensador indio Adi Shakara cuando escribe: “Eso que penetra todo, a lo que nada trasciende y que, como el espacio universal nos rodea, llena todo completamente desde dentro y desde fuera, ese supremo Brahman no dual: ese eres tú”.

Y el budismo de Thich Nhat Hanh se expresa en conceptos similares. En su obra Estás aquí. La magia del momento presente cuando dice que el Reino de Dios es ahora… o nunca, que está en el aquí y ahora, que no es preciso morir para entrar en él. Más bien, al contrario, para entrar en él hay que estar muy vivo.

Khalil Gibràn nos lo propone en sus ansias por ir junto al Maestro hasta aquel otro Reino.

EL REINADO DE LA TIERRA (Fragmento)

Ved cómo el suelo se ha vestido con sus verdes vestiduras -dijo- y de qué manera los arroyos han bordado sus faldas con brillante hilo de plata. La Tierra es hermosa, verdad, y todo lo que es y existe encima de ella es encantador; pero, atrás de todo lo que veis se encuentra un Reino del cual yo seré monarca y gobernante.

Si podéis amar y encariñaros con el corazón iréis conmigo a ese Reino, a gobernar a mi lado. En ese lugar vuestro rostro y el mío no estarán velados; no llevarán vuestras diestras puñales ni cetros. Nuestros gobernados vivirán en la tranquilidad sin sentir hacia nosotros miedo u horror.

De esa forma habló Jesús, pero yo estaba ciego y no podía ver el Reino de esta Tierra, ni las grandiosas ciudades fortificadas y amuralladas. No moraba en mi espíritu más que una sola ansia: ir junto al Maestro hasta aquel otro Reino.

Khalil Gibrán

Vicente Martínez