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JESÚS, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

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“¡Empieza a florecer, cristiano congelado!... ¿Cuándo florecerás si no es aquí y ahora?” (Angelus Silesius)

6 de diciembre, domingo II de Adviento

Lc 3, 1-6

Y verá todo mortal la salvación de Dios

Todo en la Tierra -declarado o no por la UNESCO- es Patrimonio de la Humanidad. Para ser incluido en su lista debe tener “un valor universal excepcional”. ¿Se atrevería hoy el tribunal de notables a quien compete esta tarea, a negar a la figura de Jesús este derecho? ¿Es inferior acaso su valor al Colosseo de Roma, la Selva tropical de Sumatra, el oso polar o la sequoia milenaria de un parque americano?

Nuestra Sociedad secular -y ojalá lo sea más cada día- se ha olvidado que los valores, si no son de este mundo no son nada. También los que llamamos religiosos. Los terrenales florecen y dan fruto en esta vida. “¡Empieza a florecer, cristiano congelado!”, gritó un día el místico Angelus Silesius  “la primavera está al alcance de la mano”. “¿Cuándo florecerás si no es aquí y ahora?”.

La imagen del Cristianismo está cambiando de una imagen dogmática de verdades, sacramental y mandamientos, a un abrir puertas y entrar en un futuro místico de plenitud humana. Porque, como señala el teólogo protestante alemán Jürgen Moltmann (Hamburgo 1926) en El Espíritu Santo y la teología de la vida, “no hay mística del alma sin mística del cuerpo”. La espiritualidad ha de ser, pues, necesariamente, una espiritualidad del cuerpo”.

Para Jesús estaba clara la idea de una espiritualidad encarnada que considera el alma como un principio de vida interno, regulador tanto de las funciones fisiológicas como de las mentales. Como modelo Patrimonio de la Humanidad, lo que le interesaba era enseñarnos a estar al lado de los necesitados: de Magdalena y Lázaro, de Zaqueo, del ciego del camino, de los que malviven en las favelas brasileñas, y los bosques que sufren el zarpazo de las motosierras.

Como escribió José Arregui en uno de sus libros: “No podemos decidir hoy sino pensando en el futuro que queremos dejar a la próxima generación humana y a las próximas generaciones de todas las especies”.

 

LA SEQUOIA

Estaba la noche muy oscura.
Me entró miedo.
Me tendiste la mano
y me subiste amablemente hasta tu seno.

Arriba en las alturas
junto al cielo,
los deseos humanos se abrazaban.
Abajo en las raíces los oscuros anhelos
soñaban con ser ramas,
y fundirse en deseos.
……………………

Pero sonaron sus trompetas los truhanes
y hubo en el bosque caza de trofeos.
Llegaron con las sierras en los dientes
cazadores y perros.

No pudiste huir de la matanza;
tus fornidas raíces lo impidieron.
Y yo caí también con ella
haciendo un gran estruendo.

Y los bosques lloraban el zarpazo,
sentido con horror sobre su cuerpo.
Cruel talar de las aserradoras
sufrido por la Tierra y por los Cielos.
……………………

Lloraban hacinados junto al río
los descarnados esqueletos
de las sequoias masacradas vivas,
-de los anhelos, de los pensamientos-
retorciendo su infinito dolor
sobre el embarcadero.

(Naturalia o el Sueño de las Criaturas)

 

Vicente Martínez

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