NO HABÍA SITIO PARA ELLOS
Florentino UlibarriPateras sin ITV, a la deriva,
en busca de una tierra prometida;
noches oscuras en el mar
y en las entrañas de quienes se embarcan;
sueños ahogados por la avaricia
de personas que negocian vidas...
Y el Mare Nostrum se convierte
en un inmenso océano de lágrimas,
gritos y lloros amargos,
en tumba de emigrantes y desplazados,
de refugiados que huyen de su tierra,
de hermanos desesperados.
Como hace dos mil años en Belén,
no hay lugar, en esta sociedad,
para quienes no tienen recursos
ni avales de quienes se creen señores.
Pero la Navidad llegó, entonces,
a las afueras, donde nadie lo pensaba,
cerca de quienes pernoctaban al raso
ganándose la vida con su trabajo.
Ahora llega por alta mar en cayucos y pateras,
en campos de refugiados hacinados,
en grandes colas de control y espera
y a las orillas de nuestra tierra,
aunque levantemos barreras.
Y la historia, Señor, parece la misma,
según tu análisis y palabra evangélica,
aunque algunos digan y crean
que son realidades muy distintas
y otros justifiquemos nuestra conciencia.