CONCLUSIONES DEL ENCUENTRO DE CRISTIANOS LGTB EN CHIPIONA
Raquel Simón JustoUn año más el Espíritu de Chipiona ha soplado en nuestros corazones.
Reconociendo el crisol donde hemos sido forjados, superando los miedos y en continuo ejercicio de discernimiento, nuestra fe ha sido probada una y otra vez. Nuestra conciencia ha aprendido a escuchar y distinguir la palabra que viene del único maestro.
Aprendimos a amarnos y a reconocer que nuestro amor es real, profundo y verdadero.
Nuestro cuerpo místico no miente, y aunque el armario congela sentimientos y trunca socializaciones, estamos aquí porque el “permafrost” se descongela, y aunque al principio sea infantil nuestro sentir, hoy asumimos el desafío de ser cristianas y cristianos adultos que desde una autoridad intrínseca estamos llamadas y llamados a construir Iglesia.
Nuestros retos y desafíos no son distintos ni mayores que los que las mismas Iglesias tienen que asumir, en unas religiones ancladas en preceptos de sociedades neolíticas, que siguen teniendo el placer como problemas.
Gracias a todas y todos, por vuestro esfuerzo generoso, económico y de tiempo, por estar aquí, por seguir poniéndoos al viento del Espíritu, por seguir creyendo en el valor del “todos y todas” diferentes pero juntas.
Gracias a José Antonio Pagola, que en la distancia se ha hecho presente con palabras de aliento y apoyo para nuestro caminar, ofreciéndose desde lo que hoy puede aportar: grupos de Jesús y su enorme experiencia.
Gracias a James Alison por narrarnos su vivencia (nuestra posibilidad de sentir y de amar) y con ella hacernos caer en la cuenta de la propia, impulsándonos a vivir en toda nuestra plenitud.
Gracias a José Arregi, que a pesar de la gripe, nos ofreció su cosmovisión desde las distintas religiones. Ayudándonos a pasar del esquema de la culpa a la gratitud, a ser cuerpo, a vivir la sexualidad como experiencia de lo sagrado, a afrontar con firmeza y paz la homofobia y romper el “está escrito”. El criterio debe ser el cuidado de la vida.
Gracias a ambos por ayudarnos a entender que significa verdaderamente este año de la misericordia.
Gracias a Ana por hacernos sentir el abrazo de un Padre/Madre que nos estrecha por delante y por detrás y que siempre, siempre, camina a nuestro lado.
Gracias a nuestras amigas y amigos de Betania que nos ofrecieron su camino, su vida, su esperanza, a las comunidades de CVX que poco a poco nos van conociendo y convirtiendo su corazón desde el cariño, la cercanía y la necesidad compartida de construir juntas y juntos la Iglesia.
Gracias a los heteros que nos acompañan y hacen suya la causa.
Gracias a nuestras amigas Paulina y a Dori, que nos hacen crecer en conciencia de género y nos ayudan a cambiar un lenguaje que tanto daño nos hace.
Gracias a Renato por sus concienzudos estudios sobre la Biblia, son palabra de esperanza para todas y todos. Gracias también por su fidelidad desde Dinamarca.
Gracias a Inma y Goretti por acercarnos su trabajo y ser un medio de transmisión valiente y sincero de la diversidad de nuestra Iglesia.
El Espíritu sopla y nos trae retos y desafíos apasionantes, allí donde cada cual estemos.
Ser mejores cristianas, cristianos nos hace ir siendo libres de ídolos.
Ahora queda tarea pendiente:
Discernir para distinguir la voz del Maestro sin resentimiento y sin autoengaño. ¿Cómo vamos a seguir a Aquel que no teme a los lobos?
Caminar con otras y otros para ser cristianas y cristianos adultos.
Ser voz de los sin voz, para tantas hermanas y hermanos que están sufriendo persecución y muerte.
“Te alabaré porque formidables y maravillosas son tus obras”.
Gracias Madre, gracias Padre.
Raquel Simón Justo
Mensaje de José Antonio Pagola para los participantes en el Encuentro de Chipiona
Queridos amigos y amigas,
Hace algún tiempo recibí un correo de Ana Bermúdez invitándome, en nombre del Equipo organizador del Encuentro Sur Chipiona 16, a dirigiros unas palabras a los participantes. Os agradezco sinceramente que me deis la oportunidad de compartir con vosotros y vosotras mi fe en Jesucristo. Solo quiero una cosa. Que en mi mensaje podáis encontrar la Buena Noticia de Jesús. Sé que no pocos de vosotros sentís como yo. Jesús es lo mejor que tenemos los cristianos. Lo más grande, lo más atractivo y más querido. El único que puede infundir en el fondo de nuestro ser verdadera paz, aliento y fuerza para enfrentarnos a la vida de cada día.
Dejadme que os recuerde antes que nada unas palabras que dijo Jesús un día a sus seguidores. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Grabadlas bien en vuestro corazón. Estas palabras de Jesús no son propiamente una ley o un precepto más entre otros. Son un nuevo principio de actuación. La misericordia es la gran herencia de Jesús. Su llamada a ser misericordiosos como el Padre del cielo es la clave del Evangelio. La misericordia es la única manera de parecernos a Dios, la única forma de tratar a las personas como las trata él. El único modo de construir un mundo más justo y fraterno. El único camino para hacer entre todos una Iglesia más humana y más creíble.
Por eso me apena tanto y me indigna ver que la misericordia no es muchas veces el primer principio de actuación en la Iglesia de Jesús, ni en la actitud de no pocas parroquias y comunidades cristianas. Por eso me entristeció lo que me decía Ana en su primer correo: “Estos Encuentros surgieron a raíz de la reflexión de un grupo de compañeros/as, que vieron la necesidad de vernos, encontrarnos, compartir la fe y apoyarnos. Desde nuestra pequeñez y como parte de ser unos de los últimos en nuestra Iglesia, donde no encontramos acogida, sino más bien desprecio”.
No olvidéis nunca en vuestros Encuentros cristianos que Jesús le experimentaba y le vivía a Dios como Amor misericordioso. Ese Misterio último de la realidad que los creyentes llamamos “Dios”, para Jesús es un Misterio de misericordia infinita, bondad sin límites, ofrecimiento de perdón continuo. En Dios, la misericordia no es una actividad entre otras, sino que todo su ser y su actividad consiste en ser misericordioso con sus criaturas. Si interviene en nuestra vida es siempre para ofrecernos su misericordia. Si nos juzga, nos juzga siempre con misericordia infinita. Dios no es un ser caprichoso y arbitrario que puede hacer con nosotros cualquier cosa. Dios solo puede lo que puede su amor misericordioso: no puede vengarse de nosotros, no nos puede guardar rencor, no nos puede rechazar... Siempre nos acoge con misericordia insondable.
Por eso deseo que vuestros Encuentros reaviven siempre en vosotros la confianza grande en ese Dios que se nos ha revelado en Jesús. Cuando os veáis rechazados en la Iglesia, sabed que Dios os está acogiendo. Cuando os sintáis condenados por algunos sectores de la sociedad, sabed que Dios os mira con amor. Cuando os sintáis solos, pequeños e insignificantes, escuchad vuestro corazón y sentiréis que Dios está con vosotros. Aunque nosotros os abandonemos, Dios no os abandonará jamás. No lo merecéis. No lo merecemos nadie, pero Dios es así: misericordia y perdón sin límites.
Los evangelios subrayan una y otra vez que la actuación de Jesús está siempre inspirada, motivada e impulsada por esa misericordia de Dios hacia todo ser humano. Es la misericordia lo que explica y define su manera de ser y de actuar. Los evangelistas emplean un término muy expresivo. Dicen que cuando veía a alguien sufriendo, a Jesús “le temblaban las entrañas”. Los relatos sugieren que el sufrimiento de las gentes conmueve sus entrañas, penetra hasta el fondo de su ser y se convierte en su principio de actuación.
Lo importante es captar que esta misericordia no es un sentimiento más, es la reacción básica de Jesús, que dirige y configura toda su actuación. No está mezclada con otros intereses. Es amor gratuito que brota en Jesús desde el misterio insondable de Dios.
Pero los relatos destacan, sobre todo, su costumbre de acoger en su mesa a gentes “indeseables” que, por su comportamiento, su profesión o su condición de vida, eran considerados por los sectores más religiosos y observantes como “excluidos” del pueblo elegido y, por tanto apartados de la convivencia (no eran invitados a bodas o banquetes, se les negaba el saludo...). Esta acogida de Jesús era algo insólito. De ningún profeta de Israel se dice nada parecido.
Su actuación resultaba especialmente escandalosa y provocativa porque Jesús se acerca a comer con ellos, no como un maestro de la Ley, preocupado por examinar de cerca su comportamiento, sino como profeta de la misericordia de Dios, que les ofrece su acogida y su amistad. Y es que Jesús le da un significado profundo a estas comidas con excluidos: comparte con ellos el mismo pan y el mismo cáliz de vino; pronuncia junto con ellos la “Bendición a Dios” y celebra así con ellos anticipadamente el banquete final que el Padre del cielo está preparando para sus hijos e hijas. Con su gesto de misericordia Jesús les está anunciando la Buena Noticia de Dios y les está diciendo esto: “esta discriminación que estáis sufriendo no refleja el misterio último de Dios. También para vosotros Dios es amor misericordioso”. No lo olvidéis nunca.
Los sectores fariseos, al ver que Jesús admitía a todos a su propia mesa, sin excluir a nadie, lo llamaron “amigo de pecadores”. Jesús nunca se defendió de esta acusación ni la desmintió pues era cierto que se sentía su amigo. Jesús sabe que su mesa, abierta a todos, no es la “mesa santa” de la que hablan los fariseos, ni la “mesa pura” en la que comen los monjes de Qumrán. Es la mesa acogedora de Dios. Con su actuación Jesús está rompiendo para siempre “el círculo de la discriminación” y está abriendo un espacio nuevo donde todos son acogidos e invitados al encuentro con el Padre de la misericordia. Jesús pone a todos, justos y pecadores, ante el misterio insondable de la misericordia de Dios. Para él, ya no hay justos con derechos y pecadores sin derechos. Jesús ofrece a todos la misericordia infinita de Dios. Sólo quedan excluidos los que no la acogen.
De toda esta actuación de Jesús se puede concluir un principio que el papa Francisco lo está diciendo de diversas maneras a lo largo de este Año Jubilar centrado en la misericordia de Dios y que yo os resumo así: “Todo aquello que impide, oscurece o dificulta captar el misterio de Dios como misericordia, perdón o alivio del sufrimiento, ha de desaparecer de la predicación y de la actuación de la Iglesia pues no encierra la Buena Noticia de Dios proclamada por Jesús”.
Los seguidores de Jesús hemos de trabajar para que la Iglesia sea, cada vez más, un espacio sensible y comprometido ante todas las heridas físicas, morales y espirituales de los hombres y mujeres de nuestros días. Hemos de trabajar todos, también vosotros y vosotras, para construir comunidades cristianas en las que se acoja, escuche y acompañe a todo ser necesitado de acogida, escucha y amistad. Y, más en concreto, os quiero decir que, desde mi vocación de anunciar la Buena Noticia de Jesús, quiero estar junto a vosotros trabajando por:
Unas comunidades cristianas donde seáis acogidos, aceptados y valorados por vuestra dignidad personal sin que vuestra condición sexual sea motivo de rechazos, discriminaciones injustas o lenguajes de connotaciones ofensivas.
Unas comunidades cristianas donde podáis encontrar cauces adecuados para crecer como seguidores/as de Jesús, para dar testimonio de vuestra vida cristiana y para contribuir activamente al servicio de la comunidad.
Unas comunidades cristianas que respeten vuestra propia conciencia que, según el Concilio Vaticano II, es el lugar privilegiado desde donde toda persona ha de buscar la verdad y la propia dignidad (Constitución de la Iglesia en el mundo actual, nn 16 y 17).
Unas comunidades cristianas donde, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, seáis tratados siempre “con el debido respeto, compasión y delicadeza” todos y cada uno de vosotros/as.
Unas comunidades cristianas en las que encontréis amigos y amigas que os puedan acompañar en los momentos difíciles de soledad, de rupturas, discernimiento y toma de decisiones...
Unas comunidades cristianas donde os escuchen y comprendan de cerca el sufrimiento de algunos de vosotros en vuestro itinerario vital, incluso entre los seres más queridos de vuestra familia.
Unas comunidades cristianas que os defiendan de la estigmatización, las humillaciones, la hostilidad o las burlas que tal vez podáis encontrar en algunos ambientes.
Por último, quiero deciros que en estos momentos estoy impulsando Grupos de Jesús. Tal vez algunos de vosotros/as los conocéis. Están naciendo un poco por todas partes en España y en América Latina. Se están poniendo también en marcha Grupos Virtuales on-line con participantes de diversos países. Sé que os podrían ayudar a estrechar vuestros lazos de amistad y a crecer en el seguimiento a Jesús. Si alguien se anima, me comprometo a ofreceros mi ayuda para ponerlos en marcha. Me alegra mucho pensar que se puedan difundir en vuestros ambientes.
Un abrazo grande en el que cabéis todos,
José Antonio Pagola