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ELIGE LA ESPERANZA, YO ESTOY CONTIGO

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Te has levantado temprano. No va a ser un buen día: en la empresa han hecho un ERE y hoy dirán quienes van a la calle…  En la ducha, un leve susurro interior, casi imperceptible:

“Elige la esperanza, Yo estoy contigo”.

En el metro, te encuentras al hijo de tu vecina -cosa extraña, no lleva la cabeza gacha y el móvil en la mano-, hoy tiene los ojos fijos en algún punto del infinito.  “Me acaban de denegar la beca que necesito para continuar mis estudios”. Miraste desde el andén al joven y percibiste una chispa de luz en sus ojos semejante a lo escuchado en la mañana:

“Elige la esperanza, Yo estoy contigo”.

Por la tarde tendrás que ir a ver si consigues adelantar la cita de Traumatología: tu anciana madre está en un dolor y tendrán que pasar cinco meses para que la vea un especialista. Te crispa la injusta situación…  y de nuevo:

“Elige la esperanza, Yo estoy contigo”.

En los medios de comunicación las noticias activan el dolor, el miedo, la desesperanza: guerras, miles de refugiados e inmigrantes huyendo de su vida y amenazados con perderla; países democráticos sufriendo recortes y medidas que socaban los derechos que parecían inamovibles, como los que se especifican en la Declaración de Derechos Humanos; los grandes de la tierra inamovibles en sus posiciones adorando al dios Dinero; el pequeño planeta en el que vivimos mandando señales de agotamiento ante tantas heridas… Y recuerdas unas palabras del Papa Francisco hace unos meses: “La esperanza es silenciosa y humilde pero fuerte” (Homilía del Papa Francisco sobre la esperanza, 17 de marzo de 2016).

¡Qué complicado es vivir en esperanza! Pero es más complicado y muy peligroso vivir en la desesperanza. Hay que permanecer a la escucha del corazón, para no perderse en un mundo que no ayuda a esperar con esperanza confiada. Y solos no podemos. Por eso si estamos atentos y abiertos escucharemos.

A lo largo de la Historia de la humanidad se descubre un hilo conductor que acompaña la vida de los pueblos en medio de tantas atrocidades e injusticias: Yahvé, en el A.T. decía: “No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios (Is 41,10). Y Jesús lo dejó bien claro:“Estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

El mensaje es para toda la humanidad. Es una corriente de esperanza que convoca a no desfallecer, a confiar más allá de lo que se ve y se sufre tanto individual como colectivamente, sabiendo que otra forma de vivir es posible.

Para quienes queremos seguir los pasos de Jesús la esperanza se convierte en signo visible de la fe que nos impulsa. Si la desesperanza nos inunda… haz una parada e investiga qué está sucediendo. Como Iglesia, pasa lo mismo: si sólo vemos problemas, si el miedo atenaza dentro de las instituciones, los grupos, las comunidades… haced una parada y humildemente ponernos a la escucha de lo que Jesús nos dice hoy para seguir caminando, compartiendo y exportando al mundo:  “Elige la esperanza, Yo estoy contigo”.

Si escuchaste ese susurro interior no queda más remedio, por coherencia, que dar un paso, dos o diez mil hacia el otro, diciéndole: “Elegí la esperanza, yo estoy contigo”. Ese “yo” con minúscula, frágil, humano y herido está bien sedimentado en el “Yo” con mayúscula, en Jesús.

Podrás decir al otro que elegiste la esperanza porque ya tienes la experiencia de que Él está con todos. Así, juntos, podremos avanzar silenciosamente, con mucha humildad pero con la contundencia de quienes esperan alegremente esperanzados.

 

Mari Paz López Santos

Eclesalia

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