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UN MUNDO NUEVO ESTÁ EN MARCHA

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Algunas ideas pueden cambiar el futuro, sobre todo si tienen los ingredientes que las convierten en arrolladoras. Y es que el entusiasmo, cuando es verdadero, se contagia. No es lo mismo exponer una idea teórica para convencer a la gente de algo, que mostrar a un grupo de personas, embarcadas hasta las cejas en un proyecto en el que creen y cuya creencia no se queda solo en palabras, sino que se traduce en trabajo hecho con tesón.

Después de leer el estudio científico de Anthony Barnosky y Elizabeth Hadly, publicado en la Revista Nature en 2012, que alertaba de la extinción parcial de la humanidad hacia el 2100, los cineastas franceses Cyril Dion y Mélanie Laurent emprendieron una investigación para encontrar esas buenas ideas, capaces de cambiar el mundo. En su camino encontraron personas que trabajan por revertir esta degradación del planeta; las entrevistaron y grabaron sus iniciativas para darlas a conocer en un documental titulado “Mañana”, en francés Demain, que se ha estrenado en España el pasado Abril de 2016 y cuenta ya con el premio César al mejor Documental.

Esta pareja de cineastas ha recorrido el mundo para mostrar iniciativas positivas y concretas que algunos pioneros están llevando a cabo para reinventar la agricultura, la energía, la economía, la democracia y la educación. El documental  pretende averiguar cuáles son las causas que están deteriorando el planeta, pero sobre todo, cuáles son las soluciones que podemos poner en marcha para frenar estos efectos nocivos.

Los cinco ejes en los que pivota el documental son: agricultura, energía, economía, democracia y educación. Todo un reto hablar de estos temas para el gran público. Y como decíamos al principio, no es lo mismo exponer unas ideas teóricas que dar a conocer a las personas comprometidas que las están llevando a cabo.

Parece que salen bien parados de semejante desafío y el mensaje llega al público. Como dice el bloguero Keizz comentando la película: «“Mañana” me ha convencido. Los mensajes apocalípticos se terminan a los diez minutos de película, una vez revelado el estudio de Barnosky y Hadly. A partir de ahí, todo es constructivo, todo es positivo, todo es optimista. No hay cazas de brujas, ni buenos y malos. El documental se centra en las soluciones, no en los culpables. Nos muestran posibles alternativas, desde la lógica de empezar por lo más cercano, por las pequeñas cosas, las pequeñas comunidades, para, desde ahí, mejorar a nivel global».

La perfección no existe y la película esquiva tratar con profundidad algunos aspectos que hacen que los problemas sean mucho más complejos. No por ello deja de ser un documento muy valioso y recomendable, que he querido utilizar como botón de muestra y punto de inspiración para fomentar pequeños cambios en la sociedad.

En otro blog, que se llama Alterconsumismo y está especializado en Comercio Justo y consumo colaborativo, hacen una reseña del film y resumen en cinco los cambios que se pueden llevar a cabo tanto a escala individual, como colectiva y política. Sigo el esquema de estas propuestas y paso a desarrollarlas brevemente.

Cambios a escala individual

1. Comer bio y poca carne.

La agricultura industrial se ha convertido en la causa principal de degradación del planeta. Los inmensos terrenos con monocultivos son un ataque a la biodiversidad. Agotan los recursos hídricos de la tierra, aumentan el calentamiento global y provocan la extinción de especies animales de forma directa (fumigaciones masivas) o indirecta (por alteración del equilibrio de los ecosistemas). Los últimos informes de la FAO alertan de estos peligros.

Los pequeños productores son mucho más eficientes y obtienen mucho mayor rendimiento por cada hectárea de terreno. La agricultura industrial es más competitiva y provoca el hundimiento de las pequeñas granjas.

Por otro lado, es conveniente conocer el dato: la ganadería es la causante del 18% de la emisión de los gases de efecto invernadero.

Comer menos carne desincentiva la producción ganadera. Comer productos “bio” incentiva a los pequeños productores y preserva la biodiversidad.

2. Optar por un proveedor de electricidad de renovables.

Los poderosos apoyan la agricultura industrial porque les interesa fomentar el uso de energías fósiles. Cuatro de las cinco empresas más ricas del mundo se basan en la explotación del petróleo. La agricultura a gran escala requiere el uso constante de tractores, cosechadoras y todo tipo de maquinaria que funcionan con gasolina o gasóleo. Los monocultivos tienden a estar más desprotegidos de cara a las plagas de insectos y requieren grandes cantidades de insecticidas (también derivados del petróleo) y fumigaciones con avionetas que también consumen combustible.

Sabemos bien que la combustión del petróleo, el carbón y el gas es el principal causante del calentamiento global. Además, las luchas por el control de estas fuentes de energía son causa de numerosos conflictos bélicos.

La alternativa a estas energías es fomentar el uso de transportes no contaminantes como la bicicleta o el transporte público y sobre todo apoyar la instalación de energías renovables como paneles solares, pequeños molinos o calefacción geotérmica.

Ciudades como Copenhague son un gran ejemplo a seguir, donde hay carriles bici por todas partes y es el medio de transporte más utilizado. El segundo en la lista es el transporte público y el último es el propio coche. Pero no contentos con esta tradición en soluciones verdes, se han propuesto para antes del 2035, que todo el suministro de electricidad y calor procedan de energías renovables y a partir del 2050 den la espalda definitivamente a los combustibles fósiles. Por suerte no son los únicos y en Reikiavik (Islandia) tienen logros y propuestas parecidas.

Donde los estados se han mostrado ineficaces, parece que los ayuntamientos de las ciudades están dispuestos a ejercer su liderazgo.

3. Comprar en comercios locales e independientes.

En la misma línea de reducir el uso de las emisiones de CO2 una partida muy importante es la de los transportes de mercancías y alimentos. Cuanto más se fomente el consumo de productos producidos localmente, menos gases de efecto invernadero se emitirán. Es de locos la media de kilómetros que cada kilo de comida ha recorrido antes de llegar a nuestras mesas.

Y respecto a la independencia de los comercios, nos referimos a empresas que no formen parte de grandes cadenas. Cuando el capital proviene de las multinacionales, hay mucho mayor riesgo de que haya evasiones fiscales y el dinero que podría revertir en el bien común, acaba en países donde se pagan menos impuestos.

4. Cambiar de banco.

De igual forma que en el punto anterior, apoyar la banca ética reduce la evasión de capital a paraísos fiscales. De esta forma, los impuestos que pagan estos bancos comprometidos con la sociedad, repercuten en el beneficio colectivo.

También evitamos el apoyo a industrias como la venta de armas que tantos intereses torcidos tienen luego en los conflictos bélicos.

5. Reducir, reciclar, reutilizar, reparar y compartir

Este conjunto de acciones puede tener una incidencia enorme si todos y cada uno de los habitantes del planeta se mentaliza de su importancia. Están al alcance de todos y sólo es cuestión de proponérselo.

Reducir el consumo se traduce en no comprar más de lo necesario. En alimentación, no comprar de una vez más productos perecederos de los que somos capaces de gestionar. Aprender a no tirar comida es una tarea que requiere estar atentos a lo que va a caducar para consumirlo en primer lugar. Como dijo el Papa Francisco hace unas semanas en la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA): «El alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre y del hambriento». Por justicia y por respeto a los que no tienen, nunca debería ponerse malo ningún alimento en nuestras casas para tener que tirarlo. Desecharlo cuando aún está apto para el consumo es todavía una irresponsabilidad mayor.

Reciclar es algo que nos va sonando, pero aún queda mucho camino por recorrer. En California incentivan el reciclaje con un beneficio económico por cada kilo de material orgánico apto para el compostaje y penalizan con multa el exceso de residuos sin clasificar. El resultado es una ciudad que obtiene toneladas de compostaje que vende como abono natural a los agricultores locales y esos beneficios los reparte entre los ciudadanos que lo han hecho posible.

Reutilizar, reparar y compartir. Para ello son instrumentos magníficos las web y las aplicaciones de móviles que ponen en contacto a aquellos que quieren desprenderse de productos que compraron hace tiempo y que por lo que sea, ya no utilizan, con aquellos que los pueden comprar de segunda mano a un menor precio. Los beneficios para el medio ambiente son impresionantes. Se reducen los residuos tóxicos que provocaría tirarlos a la basura y sobre todo, no se esquilma  el planeta de nuevo con un gasto de materia prima, energía y mano de obra, necesarios para volver a fabricarlos.

Cambios en el ámbito colectivo

1. Transformar el barrio, el pueblo o la ciudad en una huerta.

En Detroit hay toda una zona de huertos urbanos, cultivados por los mismos habitantes, que luego se benefician de su consumo.

2. Crear una cooperativa ciudadana de producción de energía renovable.

Aunque nos pongan zancadillas como el impuesto al sol, no hay que desanimarse y tener en cuenta las energías renovables para proponer alternativas.

3. Crear una moneda complementaria (local, de empresa, de tiempo).

Este concepto es muy interesante. La moneda local es una forma muy práctica para apoyar los negocios de una misma ciudad. No se trata de una moneda única y excluyente, sino que puede ser complementaria con otra moneda nacional. El caso es que cuanto más se use la moneda local, más se incentiva el comercio de cercanía. Es muy probable que las grandes superficies no acepten el pago con moneda local porque no están interesados en reinvertir los beneficios que obtienen en la misma ciudad, sino que prefieren una moneda aceptada internacionalmente, para invertir el capital donde más rentabilidad le ofrezcan y menos presión fiscal reciban.

La moneda de tiempo es un tipo de trueque con el tiempo que invierte una persona en hacer un trabajo. Esta moneda trata a todos por igual y no permite el acaparamiento y la desigualdad desmedida.

4. Crear una escuela alternativa

Si queremos que prosperen todos estos valores hay que cuidar la educación de las generaciones futuras y cambiar el modelo, para que la historia no se repita.

5. Presentarse a las elecciones y retomar el poder

Hoy día los ciudadanos votan cada cuatro años, pero eso no significa que tengan poder de decisión alguna, en los problemas que afectan a su país. Gran parte de las decisiones políticas se toman para beneficiar a las grandes empresas y a los bancos, dejando a un lado el interés de la mayoría.

Tenemos un inspirador ejemplo en Islandia, una de las democracias más sanas que hay en el mundo. Después de la gran crisis que provocó la caída del banco estadounidense Lehman Brothers, el sistema financiero islandés sufrió un colapso en 2008 y los islandeses lograron un referéndum que dijo un rotundo “no” a las condiciones que el Gobierno pactó con sus acreedores. Recuperado el poder ciudadano, fueron más allá y en 2011 han conseguido culminar un proceso de participación ciudadana que les ha llevado a modificar la Constitución a instancias del propio pueblo.

Cambios de tipo político

1. Reorientar las subvenciones agrícolas para permitir la conversión hacia la agricultura biológica, la agroecología, la permacultura...

2. Dar un vuelco a la fiscalidad del trabajo hacia el carbono, penalizando las industrias más contaminantes y apoyando a las energías renovables.

3. Liberar la creación de moneda

Expertos en economía denuncian la insostenibilidad del modelo económico actual, que provoca la especulación y el crecimiento de la desigualdad. El modelo de economía local limita la especulación, la generación de intereses y la evasión fiscal. En un pueblo de Inglaterra llamado Totnes, tienen su propia moneda y los resultados están siendo muy positivos.

4. Crear una segunda cámara parlamentaria (estilo Senado), donde los representantes serían ciudadanos escogidos al azar.

La experiencia de los jurados populares, elegidos por sorteo, está sorprendiendo con resultados altamente positivos de imparcialidad y responsabilidad por parte de los elegidos. Se está estudiando la implementación del mismo sistema para algunos cargos políticos.

5. Integrar el estudio de la pedagogía y la formación «in situ» en el currículum de los profesores.

Desde hace décadas, Finlandia obtiene los mejores resultados educativos y su sistema consiste en fomentar las capacidades integrales de los alumnos. El profesor no impone su autoridad sino que ayuda a que los alumnos descubran el placer de aprender, desarrollen sus habilidades y su talento. No se premia el resultado por encima de todo y sin embargo, se consiguen logros asombrosos.

 

Inma Calvo Torrejón

Revista Utopía. Número 99

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