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MONSEÑOR SERGIO CASTRIANI: "LA IGLESIA NO TIENE PRESENTE NI FUTURO SIN LOS LAICOS, SIN LAS MUJERES"

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Monseñor Sergio Eduardo Castriani es desde diciembre de 2012 Arzobispo de Manaos. Perteneciente a la Congregación del Espíritu Santo, antes de llegar a la capital del Estado de Amazonas, fue desde 1998 obispo de la Prelatura de Tefé, también en la región amazónica.

A lo largo de su servicio episcopal, Monseñor Castriani ha participado en momentos importantes para la vida de la Iglesia, como fue la Conferencia de Aparecida, diez años atrás, y el último Sínodo de la Familia, convocado por el Papa Francisco.

En esta entrevista, el Arzobispo de Manaos nos habla de los desafíos para evangelizar la sociedad urbana, donde el tráfico de drogas ejerce cada vez mayor control. Destaca la importancia de los laicos, especialmente de las mujeres, en el trabajo de anuncio del Evangelio y la necesidad de un trabajo en común entre el clero y el laicado. Al mismo tiempo muestra su opinión sobre las polémicas surgidas del último Sínodo de la Familia.

¿Cuáles son los desafíos para evangelizar en los días de hoy una gran ciudad de la Amazonia brasileña?

El primer gran desafío es la inestabilidad de las personas, desempleo, movilidad, que hace que la gente cambie mucho de lugar. Después el dominio del tráfico de drogas, que domina a las personas, creando un Estado paralelo, hasta el punto de que uno no sabe de hecho con quien está tratando. También la miseria, la pobreza inmensa. En una ciudad grande como Manaos, los barrios son muy pobres, hay mucha pobreza, aunque haya mucho dinero que circula en esos lugares. La juventud, la falta de perspectiva para ellos. Creo que esos son los grandes desafíos.

Después hay que tener en cuenta la dinámica de la ciudad, que es diferente, y nosotros no conseguimos entrar en la dinámica de la ciudad. Los líderes que surgen viven la dificultad de los horarios, que nos lleva preguntarnos cuando la gente está disponible para participar de la comunidad.

La cuestión cultural, pues hay un desenraizamiento cultural de quienes llegan del interior, lo que provoca que la gente tarde para entrar en la dinámica de la nueva comunidad, a pesar de que la comunidad de base es el lugar de recuperación de la cultura popular.

Usted ha hablado del tráfico de drogas, que fue uno de los motivos principales del grave conflicto que tuvo lugar a principios de año en el Complejo Penitenciario Anisio Jobim y que provocó, según datos oficiales, casi 60 muertos. La Archidiócesis de Manaos, junto con la Pastoral Carcelaria, emitieron una nota al respecto. ¿Se ha avanzado en la resolución de los problemas durante este tiempo?

El tráfico de drogas domina la sociedad, no sólo las cárceles. Los barrios son dominados por los jefes del tráfico, es un problema global y la sociedad no está consiguiendo lidiar con ese problema. Se puede comprar droga en cualquier lugar, hasta en los colegios. Es un problema que envuelve a la policía, al sistema sanitario, que provoca corrupción, un problema general.

Las cárceles están completamente dominadas por el tráfico de drogas. Sólo se puede hacer allí dentro lo que ellos dejan, celebrar una misa si ellos te dejan. No sé cómo va a evolucionar el problema, pues si alguien es preso, surgen más. Tiene que ser resuelto el problema del tráfico, del consumo, pues la sociedad optó por combatir el tráfico, cuando debe ser combatido el consumo y la producción.

Otro de los problemas que suceden en la Amazonia es la trata de personas. Este año, la Red Un Grito por la Vida está cumpliendo diez años de existencia y desde hace seis el núcleo de la Amazonia tiene su sede en Manaos. ¿Usted apoya ese trabajo que la Vida Religiosa está desarrollando? ¿Cuáles son los pasos que están siendo dados como Archidiócesis?

La Archidiócesis ofrece las estructuras eclesiales para la Red Un Grito por la Vida, las comunidades, los consejos, las campañas de evangelización son puestos a su disposición. También la toma de conciencia, pues es un problema que necesita ser conocido.

Cuando era obispo de Tefé visitaba el Río Japurá y las balsas donde se buscaban metales preciosos eran lugares de prostitución. Ante esas realidades la Red hace un trabajo de capilarización que difunde información. Se trata de un problema inmenso, pues forma parte del crimen y es algo oculto.

Manaos es una Archidiócesis con un número de sacerdotes relativamente pequeño, pues para atender más de dos millones de personas se cuenta con ciento cincuenta sacerdotes. Esto provoca la necesidad de una mayor presencia del laicado, ¿Cómo se está trabajando en este sentido?

La Archidiócesis, desde hace muchos años, está organizada por laicos. La mayoría de las comunidades tienen sus líderes laicos, en las áreas misioneras hay muy pocas misas y sí celebración de ministros laicos. Catequesis, eucaristía, bautismo tienen una dimensión ministerial y la Archidiócesis no sobreviviría sin los laicos y las religiosas, que también tienen una gran importancia.

Se tiene una estructura laical. En las comunidades, sobre todo en la periferia, la presencia del sacerdote es muy pequeña, hay comunidades que ven al sacerdote una vez por mes, que celebra la misa y se va. En esas comunidades, quien mantiene de hecho la vida de la comunidad son los laicos, las mujeres, sobre todo las mujeres, con su presencia femenina. Son ellos quienes mantienen la presencia de la Iglesia en la ciudad.

Esta es una dinámica en la que el Papa Francisco nos invita a entrar constantemente, diciendo que el futuro de la Iglesia está en los laicos, sobre todo en las mujeres.

La Iglesia no tiene presente, ni futuro, sin los laicos, sin las mujeres. En los Consejos Parroquiales a veces sólo hay mujeres, lo que ofrece una fisonomía de la Iglesia, a pesar de que una parte de ella tiene dificultades con eso. Un sacerdote no consigue llegar a todo y si él quiere hacer todo él sólo, no lo consigue. Es muy difícil ser sacerdote en la periferia de Manaos, pues tienen que trabajar con los laicos, en conjunto, en equipo, porque si no, no consigue hacer nada.

Uno de los grandes desafíos ante esa situación es la formación del laicado, ¿cómo la Archidiócesis de Manaos organiza esa formación?

Es llevado a cabo en diferentes niveles: hay cursos en las comunidades, en las parroquias, en los sectores, en la Archidiócesis y a nivel Regional. También existe el Curso de Teología en el ITEPES (Instituto de Teología, Pastoral y Enseñanza Superior de la Amazonia, por sus siglas en portugués), donde siempre hubo una gran presencia y fue alcanzado un gran aprovechamiento, aunque todavía falta mucho.

Usted participó en el Sínodo de la Familia y a partir de ese Sínodo algunos sectores dentro de la Iglesia han atacado mucho al Papa Francisco. Para alguien que participó desde dentro y acompañó los pasos que fueron dados y las decisiones tomadas, ¿son justificables esos ataques que el Papa Francisco está recibiendo?

Son dos visiones diferentes de Iglesia, misericordia total, infinita, abierta a todos, frente a la defensa de la ortodoxia. Es difícil conciliar esas dos visiones. El Papa siempre tiene gran claridad en su pensamiento, en relación al matrimonio como sacramento, como doctrina.

Pero la práctica pastoral es diferente, es a partir de la misericordia total. ¿En qué medida la práctica pastoral influencia en la ortodoxia? La dificultad está ahí, pues algunos piensan que si en la práctica pastoral se actúa con misericordia, se está yendo contra la ortodoxia. Personalmente pienso que eso no es así.

La doctrina siempre será la misma, pero la misericordia pastoral del Papa es total, infinita. En el Sínodo estaban presentes esas dos corrientes, pero la más fuerte era la de la misericordia, una misericordia divina. El problema está ahí, en pensar que si se actúa con misericordia se pierde la fuerza de la doctrina.

Ese querer aumentar la fuerza de la doctrina, que algunos quieren, ¿no está apartando a la Iglesia de la gente?

Entre la gente también existen esas corrientes doctrinarias. Creo que siempre fue así y como dice Jesús en el Evangelio, la doctrina debilita la fuerza de la Palabra, que es misericordia. Por eso, tiene que haber un justo equilibrio entre doctrina y misericordia.

 

Luis Miguel Modino

Religión Digital

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