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A VUELTAS CON "DIOS"

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Me parece que podemos estar de acuerdo en que la mente no es una "herramienta" adecuada para captar a Dios. En todo caso, la razón crítica podrá ayudarnos a descubrir "lo que no" puede ser. Y haremos bien en no renunciar a ella, si no queremos caer en los peligros de la irracionalidad (también o, sobre todo, la religiosa).

La mente no es herramienta adecuada porque únicamente puede operar en el mundo de los objetos. Por eso, cuando pensamos a Dios, no podemos sino referirnos a un "dios objetivado", es decir, a un ídolo, proyectado por nuestra propia mente.

Los místicos vieron esto con tal claridad que les llevó a usar dos términos diferentes: Deus y Deitas, Dios y Deidad (o Divinidad). Así aparece nítidamente en el Maestro Eckhart y, antes que él, en algunas místicas medievales (beguinas).

Con el término "Dios" se referían al "Dios pensado", al que nuestra mente tiene acceso. Con el de "Divinidad" o "Deidad" aludían a la inefabilidad del Misterio que trasciende infinitamente la razón.

La falta de una genuina experiencia mística conduce a uno de estos dos extremos, tan ciegos como peligrosos.

En un caso, (aunque sea de un modo inconsciente e inadvertido) se reduce a Dios a nuestras ideas o creencias sobre él: se produce una "apropiación" de Dios, abriéndose el camino al fanatismo y al fundamentalismo.

En el otro, se niega la dimensión espiritual –el Misterio mismo-, sobre la base de que la mente no lo puede detectar, con el consiguiente empobrecimiento de lo humano, que se ve amputado en una dimensión fundamental de su ser.

Para acceder a la experiencia mística, necesitamos acallar la mente y silenciar el pensamiento. Al hacerlo, se descorre el "velo" que oculta el Misterio; todo cesa, y emerge la Quietud, Presencia o Mismidad de todo lo que es, la "Divinidad" a la que apuntaban los místicos.

Es el camino que propone Ken Wilber cuando escribe: "Experimente la simple sensación de Ser... La omnipresente conciencia Divina plenamente iluminada no es difícil de alcanzar, sino imposible de evitar".

Porque es lo que siempre está aquí. Para la mente, y cae en la cuesta de lo que brilla aquí, ahora mismo, sin necesidad de nombre ni definición. Aquello que es, dentro de lo cual naces, en lo que vives, aquello en lo que morirás... Eso de lo que no estás –ni puedes estar- separado.

Es legítimo y beneficioso que la persona pueda dirigirse a "Dios" como objeto de referencia de su amor y de su vida. Pero me parece que deberá hacerlo con una cautela y, deseablemente, con un estímulo.

La cautela no es otra que la de no creer que el "Dios" al que se dirige agota la "Deidad", del mismo modo que su creencia (mental) no se identifica con la verdad (el Misterio de lo que es), sino que se trata sólo de un "mapa" que apunta aL Territorio inefable.

El creyente haría bien en no olvidar que el "Dios" al que se dirige es, en gran medida, proyección de él mismo: si indagamos con rigor y honestidad, veremos que, aun con la mejor intención, creamos a "Dios" a nuestra propia imagen, es decir, a imagen de nuestras aspiraciones, deseos, expectativas, necesidades, miedos, normas, obligaciones... e incluso superego; todo ello condicionado por la cultura, el entorno social, la propia historia psicobiográfica...

El estímulo reviste la forma de dinamismo que alienta desde dentro de cada ser humano, anhelando la experiencia directa –sin velos ni costuras- de la Divinidad que nos sostiene y constituye. Es bueno recordar que esta experiencia no queda reservada a unos pocos "elegidos": en realidad, es lo que ya somos todos. Sólo nos hace falta caer en la cuenta, descorrer el velo de la razón, dejar de contarnos "historias mentales" y mantenernos en la Quietud o "espacio consciente", en el que todo se nos revela.

 

Enrique Martínez Lozano

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